Las encuestas conocidas durante el fin de semana reflejan que la temperatura independentista en Cataluña es menor de lo que proclama Artur Mas. De hecho, en ninguno de los tres sondeos publicados alcanza CiU la mayoría absoluta, aunque en uno de ellos sí roza esa meta. Sabido que tras la multitudinaria manifestación celebrada en Barcelona el 11 de Septiembre Artur Mas decidió hacer suyo abiertamente el discurso «soberanista» propio de Esquera Republicana, es probable que ahora, tras conocer el resultado de las encuestas, intente o bien radicalizar sus proclamas o a tono con la línea anterior de la coalición, replegar velas intentando hablar menos de independencia y más del «derecho a decidir», un eufemismo que con su ambigüedad ampara diversas salidas políticas a la crisis provocada por su huida hacia delante. En ese eventual repliegue contaría con el apoyo de Durán Lleida y de Sánchez Llibre, los dirigentes de la democristiana UDC a quienes ha dejado muy descolocados el brusco giro del socio principal de la coalición.
Artur Mas sabe que dentro del actual marco jurídico no podrá cumplir su promesa se convocar un referéndum. Por si era necesario recordar lo que todos sabíamos, el propio presidente del Tribunal Constitucional, Pascual Sala, nada sospechoso de insensibilidad ante el «hecho diferencial catalán» ha dicho que «hoy no cabe ningún pronunciamiento de secesión, de separación de un parte del territorio español» porque -añade- «un referéndum para separarse, para la autodeterminación, sería inconstitucional». Más claro, agua. Sería un rasgo de prudencia que el presidente de la «Generalitat» comprobara cómo baja el río antes de embarcar a todos los ciudadanos de Cataluña en un viaje que puede concluir en naufragio porque ni todos los catalanes quieren la independencia ni los que la quieren parecen haber echado cuentas del precio político y la fractura social que apareja semejante aventura.
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Fermín Bocos