Cuando quiere, Felipe habla claro. Lo hizo antes de ayer, refiriéndose a la deriva independentista planteada por Artur Mas, presidente de la Generalidad de Cataluña.
«No habrá independencia en ningún territorio de España y quien diga que la va haber llevará a los ciudadanos a una frustración peligrosa». Felipe González, como digo, habla claro frente al «federalismo asimétrico» -un oxímoron, una unidad de contrarios en la esencia misma de las cosas- que proclaman algunos de los actuales dirigentes del PSOE (desde Rubalcaba a Chacón pasando por Pere Navarro líder en agraz del PSC). Convendría que la gente que todavía vota PSOE anote estas palabras suyas. «¿Será posible -se preguntó en un mitin en el País Vasco- que estemos presenciando esto (la deriva independentista) sin hacer una propuesta alternativa de cuál es nuestro modelo de cohesión social?»
González que lleva tiempo fuera del escenario principal pero sigue muy de cerca los acontecimientos habló, también, del «derecho a decidir» para recordar lo evidente: que ha de estar dentro de las reglas pactadas porque otra cosa significaría la destrucción del marco de convivencia. Lo que el expresidente del Gobierno vino a subrayar con claridad frente al desconcierto y la ambigüedad con la que se despachan los actuales dirigentes del PSOE es que si se llegara a la conclusión de que hay que cambiar la Constitución habría que hacerlo en el marco de los mecanismos establecidos. Oídas estas palabras, supongo que a Rubalcaba y a su tripulación de penenes les habrá venido a la memoria que en 1989, tras una votación de CiU y de ERC en el Parlamento de Cataluña sobre el derecho de autodeterminación, Felipe le recordó a Jordi Pujol cuál era el camino que marca el artículo 155 de la Constitución. Pujol, reculó y no se habló más. Lo de ahora de Mas, no es muy diferente. Claro que ni Rubalcaba es Felipe, ni Rajoy parece haberse percatado de que esta vez el órdago indepedentista puede que vaya en serio.
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Fermín Bocos