Nueve puntos marcan la distancia que hay entre el cambio y la continuidad y son la cuenta de la derrota. Visto en términos estrictamente electorales, definen la distancia entre el que gana y el que pierde, es cierto. Pero la política es compleja y la realidad tiene interpretaciones múltiples y todo depende del prisma que se utilice para observar.
Chávez ha ganado las elecciones presidenciales del domingo y Henrique Capriles las ha perdido. Para el vencedor es un nuevo impulso de la política bolivariana, para el derrotado un golpe duro a la única alternativa plausible para ganar al chavismo. Pero la verdad es más amplia.
Los nueve puntos reflejan la distancia más corta que ha cosechado un opositor al oficialismo en cuantas elecciones ha habido, y los seis millones de votantes son una base social sólida que el presidente no podrá obviar.
Capriles ha sumado más de dos millones de votos a los que obtuvo su antecesor en la última contienda y eso refleja el desgaste de un presidente que lleva al país a la deriva, enrocado en un discurso que cada día resta más posibilidades al desarrollo de su país. Pero lo cierto es que aún dispone de una amplia base electoral y que sus mensajes populistas, junto a la estética militante que ha construido en torno a ese extraño y difuso concepto del bolivarismo, convencen a una población que todavía recuerda el sistema corrupto del bipartidismo de AD y COPEI, barridos por el desencanto y la sociedad indignada.
Pero la política es, como decíamos, compleja y Capriles y su movimiento opositor integrado, pueden haber perdido un asalto pero haber sentado las bases de una alternativa democrática capaz de conquistar mejores resultados en las elecciones de diciembre, y que suponga una esperanza para el futuro, que puede ser de seis años o quizá de menos, según la fortaleza con que se consolide y los acontecimientos que afecten al presidente reelecto.
Editorial Estrella