En la Antigüedad, los nombres de los sacerdotes encargados de los rituales mistéricos no podían pronunciarse. En nuestros días sucede algo parecido con los grandes de la banca y las finanzas. Para su tranquilidad, desarrollan sus actividades en una confortable zona de penumbra que solo se ilumina para recibir halagos por parte de la prensa especializada. La explicación a tan peculiar y privilegiada sombra quizá habría que buscarla en el hecho de que en esta época triste de recesión y vacas flacas los bancos son los penúltimos grandes anunciantes con los que contamos en los medios. Ni siquiera lo critico, me limito a señalar el fenómeno sabiendo que la publicidad es el último madero al que se aferran los periódicos con la angustia de los náufragos.
Pero silencio no es olvido. Todo el mundo sabe que en el origen de la crisis económica que nos tiene postrados jugaron un papel decisivo algunos banqueros transmutados en aventureros de las finanzas. Inventaron los mercados de derivados creando economías virtuales que se basan en apuntes contables, valores puramente teóricos sin contrapartida en productos tangibles. Una fantasía que incendia la codicia por encima de la lógica. Una locura. La locura que nos han llevado a la situación en la que estamos y en la que seguiremos por mucho tiempo (así reza el último informe del FMI), a no ser que la política consiga emanciparse del dictado de la economía y opte por racionalizar prioridades. Rescatamos a las cajas de ahorros arruinadas por malos gestores que ni responden por sus errores ni devuelven un euro de sus copiosas jubilaciones, pero cerramos quirófanos, subimos las tasas universitarias, bajamos el presupuesto de Defensa y recortamos drásticamente la partida destinada a la investigación.
Como digo, entre otras causas, el origen de nuestros males tiene que ver con la gestión de algunos de los epígonos de las finanzas y la banca. Pese a ello, en los medios, apenas se habla de ellos a la hora de explicar a las gentes sencillas porque estamos como estamos y porque son tantos los sacrificios que el Gobierno está imponiendo a los ciudadanos. No se habla de ellos porque son los intocables.
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Fermín Bocos