miércoles, noviembre 27, 2024
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El sueño de Malala

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Hay días en que las noticias se agolpan y es difícil decidir cuál es más importante que otra. Quizá el varapalo que nos acaba de dar el Fondo Monetario Internacional que nos augura un futuro económico más negro del que padecemos, o quizás la cifra dada por Unicef sobre los miles de niños españoles que ya están por debajo del umbral de la pobreza, o quizá una buena noticia, la decisión de varios países, entre ellos el nuestro, de adoptar la tasa Tobin que no es otra cosa que cobrar un impuesto a las transacciones financieras, por no olvidar la agitada visita de la señora Merkel a Grecia. Sí, los acontecimientos se suceden y todos justificarían un artículo, un análisis, un comentario. Pero me van a permitir, una vez más, sí, que hoy vuelva la mirada hacia una niña. Malala Yousafzai tiene catorce años y un sueño: estudiar. Se debatía entre si estudiar Medicina o acaso Leyes. Hace tiempo que Malala empezó a escribir un diario, un blog del que la BBC en urdu terminó haciéndose eco. Malala relataba en su diario que su comarca, el valle del Swat, estuviera en manos de los talibanes, y como estos atacaban a las niñas que osaban ir a la escuela, como las niñas tenían que esconder los libros bajo chales y velos para no ser identificadas como estudiantes, como cerraron las escuelas, e incluso prohibieron la música, y cualquier manifestación artística, y como asesinaban a quienes no cumplían con su ley. Y Malala con enorme valor y perseverancia, con valentía, aún siendo una niña alzaba su voz para defender el derecho de las mujeres a estudiar, a aspirar a una educación.

Las descripciones de Malala Yousafzi conmocionaron muchas conciencias, incluso el Gobierno de Pakistán terminó poniendo su mirada en aquel valle de Malala y cuando el Ejército paquistaní lo recuperó, la niña pudo regresar a la escuela.

Pero los talibanes no perdonaron ver reflejada su propia maldad en los diarios de Malala. La condenaron y ahora se han cobrado la venganza cuando Malala acababa de salir de la escuela y a punto de subir al autobús se le acercó un asesino barbudo que le disparó a bocajarro, y de paso hirió a otras dos estudiantes más. La niña quedó tendida en un charco de sangre y ahora se debate entre la vida y la muerte. No sé a ustedes, pero a mí la historia me estremece.

Que en el siglo XXI a una niña la quieran asesinar por defender el derecho, su derecho y el de todas las niñas a estudiar, pone de manifiesto una vez más la calaña de los talibanes, quienes, por cierto, han reivindicado el atentado acusándola de promover la cultura occidental.

Hay que estar perturbados hasta límites insospechados para intentar matar a una niña por querer estudiar. No me cansaré de repetir que los talibanes, más allá de que actúen como asesinos, tienen, además, un grave problema mental. Ese odio que manifiestan hacia las mujeres es fruto de una anomalía mental.

A veces pienso que no habría que enviar soldados a Afganistán, donde los talibanes son dueños y señores, sino que tendríamos que enviar psiquiatras y sicólogos para tratarlos. Ojalá Malala gane está batalla, la batalla por la vida y pueda ver cumplido su sueño de continuar estudiando para convertirse en médico o abogado, lo que quiera, a lo que tiene derecho.

El Mal se manifiesta de muchas maneras, y los talibanes son una expresión del Mal. Y si creen que exagero entonces piensen en Malala.

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Julia Navarro

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