Las tres jornadas de huelga, protestas y movilizaciones protagonizadas por los estudiantes de infantil, primaria y secundaria han demostrado varias cosas, pero singularmente una: que son lo mejor que tenemos. Son buenos, claro, porque estudian, y porque lo hacen, además, en un país cuyo Estado ha despreciado históricamente, salvo en el breve interregno de la II República, la instrucción de sus nacionales, destinando a ella paupérrimos recursos y catastróficas políticas educativas, pero son buenos, sobre todo, por su edad, la edad de los nobles propósitos y sentimientos, de la ilusión, de la valentía y, en paradójico contraste con la de sus mayores, de la lucidez.
Los chicos españoles ven las cosas, pese a su poca experiencia o gracias a ello, como son: una nutrida banda de ladrones de guante blanco ha saqueado, operando impunemente desde la banca, desde las instituciones y desde las covachas políticas, los recursos públicos logrados con tanto esfuerzo y tantas privaciones, durante décadas, por el pueblo trabajador y honrado.
Con ese saqueo, tan continuado, tan intenso y tan profundo que ha llevado a la nación a la bancarrota, y a sus hijos, de nuevo, a la postración y al exilio económico, se evapora su futuro, que para ellos es todo lo que tienen. Su protesta, pues, transciende el ámbito de los «recortes», de la «crisis», y se dirige contra el sistema político, social, económico y moral que ha propiciado la ruina de España y de los españoles.
Los muchachos de secundaria que con su huelga contra Wert, contra la miseria, contra el retorno de la educación por castas, han salido a la calle éstos días, se rebelan contra un sistema agónico e impuesto que no cuenta, sino es para fastidiarlas, con sus vidas. Ellos no votaron la actual Constitución que consagra, por su inanidad, las desigualdades y la injusticia, ni tampoco a esos partidos que derivaron rápidamente en agencias de colocación, y eso en el mejor de los casos.
Quieren democracia, que significa, entre otras cosas, libertad de elegir, y se rebelan, como es natural, contra quienes la corrompen y se la escamotean. Suyo es el futuro, y se lo quieren robar.
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Rafael Torres