Dice Fidel Castro que no recuerda un mal dolor de cabeza y que son pájaros de mal agüero quienes han propalado la noticia (falsa) de su muerte. Es probable que el añejo dictador ni tenga dolor de cabeza ni le quepa el menor remordimiento de conciencia bajo el sombrero con el que le hemos visto tocado en las fotos distribuidas aprisa y corriendo para desmentir el enésimo anuncio de deceso.
Quien tras derrocar al espadón Batista, y constituir una esperanza para Cuba devino en pesadilla para los cubanos, no parece estar sometido a las humanas servidumbres del común de los mortales. Castro debutó en la política aseverando ante el tribunal que le juzgaba por rebelión que la Historia le absolvería. Era cierto. El juicio ha sido emitido en vida: Castro y la dictadura por él creada privó de libertad a los cubanos durante a más de medio siglo. Es, pues, culpable de liberticidio. Con alevosía, porque tras la caída del Muro y el hundimiento del bloque soviético, mantener la ficción de un régimen comunista es un sarcasmo; ir en contra de la Historia. Basta con darse una vuelta por las calles de La Habana para observar el fracaso sin paliativos del régimen. No se observa más igualdad que la de la pobreza de la mayoría. Por otra parte, el auge de la prostitución es la evidencia de que todo el discurso acerca del «hombre nuevo» que debía alumbrar el sistema comunista era un sarcasmo. Fidel vive todavía y su hermano Raúl mantiene la dictadura, pero el castrismo no les sobrevivirá. No hace falta tener carné de profeta para asegurarlo.
Cuando es menester un carné de perplejo es cuando uno intenta comprender por qué algunos diputados de Izquierda Unida todavía defienden la dictadura de los hermanos Castro. Tengo para mí que acostumbrados como están en España a hablar en libertad, en Cuba no podrían vivir mucho tiempo. Acabarían mal.
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Fermín Bocos