Hay que ver qué poco dura la alegría en la casa del pobre. La prima de riesgo que nos había dado alegrías en los últimos días, se ha vuelto a comportar como una prima petarda que no para de dar la tabarra. No salió especialmente bien el Consejo Europeo de la semana pasada con ese retraso en la unión bancaria y tampoco ha favorecido mucho la filtración de que España no es Irlanda y a este país sí le van a permitir la recapitalización directa de su sistema financiero.
Las causas de este nuevo ascenso con el consiguiente bajón del IBEX ya no son explicaciones razonables y razonadas. La urgencia del rescate, el que los mercados lo descuenten, la tregua de las agencias de calificación sobre la deuda de España, las previsiones demasiado optimistas de los Presupuestos sobre el crecimiento de la economía el año que viene. Son algunas de las excusas que se han venido barajando para una cosa y la contraria. Está claro que el gobierno espera de Europa, de Merkel, contrapartidas a la petición de la ayuda para que actúe el BCE comprando deuda en el mercado secundario. Rajoy quiere que le aseguren a qué nivel se pondría la prima de riesgo si toma la decisión de pedir el balón de oxigeno que por otro lado tiene su coste social. Y aquí está la clave del asunto. Cuándo Europa nos dará garantías de que nuestra financiación se abarataría al menos 250 puntos, pues nadie lo sabe.
Mientras, seguimos en la encrucijada, sin dinero para nada ni siquiera para revalorizar las pensiones más bajas. Los Presupuestos de 2013 serán muy sociales como dice Montoro, pero no se podrá mantener por mucho tiempo el estado del bienestar del que disfrutamos si no se acometen reformas profundas del mismo y de toda la administración. Ya no hablamos de empresas públicas, de organismo oficiales ni de altos cargos. El recorte, al paso que van las cuentas públicas, tendrá que afectar a algunos servicios y a empleados públicos. El año próximo no va a ser desde luego agradable para nadie. Habrá días de vino y rosas y una complicada gestión económica a la que se sumarán los desafíos soberanistas.
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Carmen Tomás