La codicia, y la connivencia del poder político con ella, es lo que traen: sufrimiento, desgracia, muerte. Lo sucedido la otra noche en el «Madrid Arena», espacio público privatizado por el Ayuntamiento de Madrid para la ocasión, desvela de nuevo esa sencilla verdad, y lo hace con el irrebatible argumento de tres chicas muertas y otras dos gravísimamente heridas.
El aforo del recinto (por cierto, ¿cómo se calcula en un espacio tan irregular, de pista y gradas?) se sobrepasó con creces, pero para que eso ocurriera solo se necesitó que a la codicia de la empresa organizadora se sumara la irresponsable dejación del Ayuntamiento, que no controló a pie de taquilla, ni a pie de puerta, el número real de las personas que acudieron a la masiva celebración. El propio Ayuntamiento, intentando exonerarse enseguida de toda responsabilidad en el suceso, reveló sin querer que, como mínimo, había en el «Madrid Arena» cerca de 3.000 personas más de las que se habían consignado, 7.000, en el documento de contratación.
Como se sabe, los elementos de control y seguridad privados que se requieren han de ser proporcionales al aforo permitido, de suerte que, de entrada, éstos eran un 30 por ciento menos. Pero también se sabe, porque basta el sentido común, el visionado de las imágenes del recinto abarrotado, el testimonio de la mayoría de los presentes y la convicción de que siempre hay, por unas razones y por otras, bastantes más personas que entradas vendidas, que en el recinto de titularidad pública (la Casa de Campo, donde se ubica, es propiedad del pueblo de Madrid) y uso privado se hacinaban la noche de autos muchísimos más ciudadanos que los que el vicealcalde, contra la evidencia documental, admitió, 9.650, «porque se lo había dicho la empresa organizadora».
Las empresas, los mercados, dicen, sí, muchas cosas a los políticos, y las que no son falsas son lesivas para las personas por cuya seguridad éstos deberían velar. La avaricia de ganar más no importa cómo, ni a qué precio, ni a costa de qué desgracias personales, se alía con el desentendimiento político que le deja hacer. Esto, éste sindiós, es lo que se vivió en el «Madrid Arena», y lo que se sufre cada día en el país.
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Rafael Torres