El Gobierno ¡por fin! casi un año después de su victoria electoral ha decidido dejar sin coche y sin chofer a 204 cargos oficiales, con lo cual pretende ahorrar a las arcas públicas 10 millones de euros. Muchos han calificado la medida como «el chocolate del loro» y la vicepresidenta ha respondido, con razón, que en este país «empiezas a sumar loros y te encuentras una pajarería».
Una pajarería que es el símbolo del abuso, de los privilegios del creerse, como dijo aquella ministra, que el dinero público no es de nadie, de ser un país de nuevos ricos donde no tener un coche oficial es simplemente perder un estatus que para muchos ha sido su leitmotiv. En una ocasión entrevisté a un exministro, que había ocupado altísimas responsabilidades de Estado y al preguntarle cómo se siente uno al haber estado siempre en el machito y ¡de repente! convertirse en un ciudadano más, me dijo que solo echaba de menos dos cosas: que no sonara el teléfono móvil y no tener coche oficial porque se le había olvidado completamente el suplicio que supone conducir en Madrid.
El coche y el chofer oficial ha sido y es uno de los símbolos del poderío, y del status social en nuestro país, de tal forma que si no lo tienes no eres nadie y ese ha sido, al final, el origen de muchos abusos. Abusos que no por tener un coste menor para las arcas públicas no dejan de ser importantes. De momento dos de cada tres altos cargos se quedan sin el símbolo, pierden el vehículo 204 altos cargos y lo conservan 103, pero la medida se queda corta teniendo en cuenta que eso es lo que se refiere al Ejecutivo, pero no afecta ni al Congreso ni al Senado, ni al poder judicial ni a otras instituciones del Estado.
Por otro lado, las comunidades autónomas y los ayuntamientos no están tampoco incluidos en la medida y son ellos quienes, a su voluntad, deben hacerlo. Es verdad que algunas entre ellas Castilla-La Mancha, Galicia o Baleares ya lo han hecho y otras como Andalucía o Aragón han anunciado medidas similares, pero lo correcto es que la norma se aplicara por igual a todas las administraciones del Estado. Lo suyo es que se hiciera una ley donde se tasaran de forma clara y transparente los altos cargos que tienen derecho a tal privilegio y así la cosa sería mucho más equitativa.
Tal vez 10 millones de euros no sea mucho pero no es solo la cantidad de dinero que se ahorrará el Ejecutivo, sino también la simbología del mismo. En un momento donde todas las encuestas siguen apuntando al descrédito de la clase política, la acción de los que se dedican a la cosa pública ha de ser ejemplar y ejemplarizante y esto lo es. Por no hablar de los abusos que se han hecho en la utilización del coche oficial, al que la gran mayoría de los políticos le han dado un uso privado, para hacerse su vida y la de los suyos mucho mas cómoda. Hemos visto coches oficiales en los colegios de los hijos de los políticos en conciertos, grandes superficies y las actividades mas variopintas, cosa que nos ha indignado a todos.
Lo cierto es que el loro en nuestro país de tanto chocolate tiene obesidad mórbida y esa enfermedad solo se cura con una intervención quirúrgica agresiva, aunque sea dolorosa. Lo que ahora ha hecho el Gobierno es solo poner una dieta de adelgazamiento y desde luego es insuficiente.
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Esther Esteban