domingo, noviembre 24, 2024
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El destino de nuestros vecinos

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Con cada imagen en la que las televisiones nos muestran a bebés o niños palestinos rescatados de una maraña de escombros de lo que un día fue su casa, me vienen a la mente las desgarradoras pero tranquilas líneas escritas por Primo Lévy en su libro ‘Si esto es un hombre’. En estas páginas cuenta cómo fue su penosa vida en Auschwitz, donde conservar el cubierto y la escudilla para comer cada día un plato de agua tibia con cosas flotando a modo de sopa era un auténtico triunfo. Lévy nos pide al inicio de la obra que imaginemos «un hombre a quien, además de a sus personas amadas, le quiten la casa, las costumbres, las ropas, todo, literalmente todo lo que posee: será un hombre vacío, reducido al sufrimiento y a la necesidad, falto de dignidad y de juicio porque a quien lo ha perdido todo fácilmente le sucede perderse a sí mismo».

Terribles escenas de dolor causadas por los bombardeos israelíes

Al pasar a la pantalla asisto de nuevo a las terribles escenas de dolor causadas por los bombardeos israelíes, cuya potencia de fuego es directamente proporcional a la destrucción que sufre desde hace años la región de Gaza y el pueblo palestino. A muchos de ellos les quitaron también a sus seres queridos y les sacaron de sus casas. Y me pregunto si, efectivamente, somos los seres humanos incapaces de aprender del dolor del otro.

Me pregunto si seremos capaces de, en alguna parte del camino, bajarnos del Tren Expreso hacia la estupidez. Viajamos en un convoy de alta velocidad contemplando el mundo tan desigual e injusto que hemos construido. La sociedad global en la que vivimos parte de una premisa falsa: la de que todo aquel que se esfuerce podrá alcanzar sus metas. No es verdad. Todo dependerá del lugar donde nazcas ya que será eso lo que determine tus posibilidades reales de prosperar. Pero nosotros seguimos el viaje, miramos por la ventana y alabamos la belleza de los paisajes verdes y floridos. Retiramos la vista cuando el otro lado del cristal nos arroja a la cara escenas de penurias, conflictos, bloqueos genocidas que sólo perjudican a la población civil o hambrunas de países que no quedan muy lejos de nuestras cómodas casas.

Por supuesto, en la vía contigua circula el tren de la razón, de la inteligencia, de la legalidad y de la humanidad. Va vacío. No hay nadie en él porque nadie se quiere subir. Es verdad que el acceso es más complicado. Hay que pensar, hay que ponerse en el lugar del otro, hay que cumplir normas que no nos gustan en favor de una convivencia común, lo que significa tolerancia, respeto y paciencia. Es verdad, el billete para ese tren es más caro. Sin embargo, es el único que podría llevarnos a nuestro destino.

Israel ha logrado destruir 1.500 objetivos, incluidos hoteles donde se alojaba la prensa

Pero no, decidimos seguir viajando en nuestro tren desde el que podemos leer en internet en tiempo real que en apenas una semana han perdido la vida 162 palestinos y cinco israelíes. La brutal desproporción ya casi ni nos mueve a la reflexión. Durante estos días de ofensiva, Israel ha logrado destruir 1.500 objetivos, incluidos hoteles donde se alojaba la prensa. Han volado por los aires plataformas subterráneas para el lanzamiento de cohetes y túneles que unen Gaza y Egipto, utilizados para burlar el bloqueo y como paso de armas. El ejército de Israel ha acabado con la vida de treinta líderes palestinos. Es decir, el resto de las víctimas eran civiles, hombres, mujeres y niños que viven en una tierra sin esperanza y sin futuro donde nadie tiene nada que perder excepto la vida. Una vida que no ofrece ninguna oportunidad. Les sacaron de sus casas y de sus tierras y ahora viven refugiados y sin un horizonte esperanzador que abrigue sus noches.

De momento se han firmado las bases de un acuerdo que debería afianzar la seguridad israelí e ir construyendo los pilares para que casi 2 millones de palestinos puedan, no ya disfrutar de una vida mejor, sino de una vida digna de tal nombre en Gaza.

Seguramente no serán muchas las personas a quienes les importe demasiado las noticias que nos llegan de Oriente Próximo. La gente está angustiada con el día a día que se ven obligados a afrontar; pagando más por menos. Menos Sanidad, menos Educación, menos ayudas. Cada día una nueva batalla para sacar la familia adelante. Quizá incluso nos consuele que aquí, a diferencia de allí, la guerra no es real. A pesar de todo ello, algunos querríamos cambiarnos al tren de la vía contigua. Aunque sólo sea para que nuestros hijos vean que somos capaces de equivocarnos mucho pero de rectificar a tiempo y que, como decía Lèvy, entendamos que «el hombre no está solo y, en sus altibajos, está unido al destino de sus vecinos».

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Dani Bardavío

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