Entre lo que publica la acorazada mediática de Artur Mas y lo que desbarra la acorazada mediática de la progresía española se está creando tal confusión con la LOMCE, que pareciera que José Ignacio Wert quiere cargarse, caprichosamente, la propia idiosincrasia catalana. Y, claro, eso no es verdad.
Por esa razón y para que los lectores no se dejen embaucar por intereses mediáticos espurios, intentaré explicar, de manera más sencilla, este ficticio conflicto.
Una falacia del tamaño de la montaña de Montserrat
Ante los que dicen que desde 1978 no se había menospreciado tanto la lengua catalana como en el texto de la LOMCE o que ningún Gobierno había planteado una ofensiva tan importante contra el catalán, tengo que decir esa es una falacia del tamaño de la montaña de Montserrat. Porque, en ningún momento, se está atacando al modelo lingüístico catalán. De hecho, si uno lee el borrador de la reforma, verá que no se cuestiona ese modelo para nada. En él, sólo se especifican los elementos que harían constitucional eso que llaman inmersión lingüística. No hay un sólo renglón de ese borrador que invada las competencias de la comunidad autónoma catalana, porque, insisto, de lo que se trata es de adecuar esa inmersión lingüística a la doctrina del Tribunal Constitucional. Y eso, creo yo, que debería ser algo incuestionable en cualquier rincón de España.
Sigo. Los nacionalistas sostienen, en su campaña mediática, que se está relegando la asignatura del catalán a un nivel inferior al de las asignaturas importantes. Lo que no deja de ser otra maldad ya que al catalán se le da un tratamiento idéntico al de las materias troncales. Idéntico, también, al de la lengua castellana.
Se acusa a Wert de imponer el castellano, forzosamente
Más cosas. Por ejemplo, se acusa a Wert de imponer el castellano, forzosamente, a los niños catalanes pero la realidad es que no quieren entender que no es lo mismo imponer que impedir su exclusión. En la norma se habla de proporción razonable en el tratamiento diferenciado de la lengua cooficial respecto al castellano. Y eso, además de legal, es pura lógica. En definitiva, que el problema del catalán en la LOMCE es otro.
El problema real, al margen de la demagogia interesada, está en que estos políticos piensan que Cataluña es más de lo que es. Supongo que porque el Olvidable los malacostumbró. Como aquel hombre, en su indigencia intelectual, aceptaba que Cataluña negociase en igualdad de condiciones con España, estos dirigentes siguen creyendo que todo el monte es orégano. Ya ni siquiera aceptan que el Estado sea algo residual en Cataluña. Ahora, para ellos, el Estado no existe y, por lo tanto, no quieren cumplir con su Constitución. Y como consecuencia, ni siquiera quieren las mismas ‘reválidas’ homogéneas y externas para toda España que unifique los criterios de evaluación de los estudiantes porque se descubriría su manipulación ideológica. Y, desde luego, no están dispuestos a aceptar la doctrina del Tribunal Constitucional y del Tribunal Supremo sobre el uso del castellano en Cataluña porque ya se consideran Estado Libre (aún asociado). Demagogia, en definitiva, en Estado puro.
La Avispa
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La sonrisa de la avispa