Nadie puede negar que Mario Monti ha logrado que Italia vuelva a ser considerado un país serio y fiable por parte del resto de los países de la UE. Ni tampoco se puede negar que, por tanto, Italia vuelva a contarse entre los países más importante de la Unión. Pero por acertada que haya podido ser la gestión política de Mario Monti no se puede olvidar que llegó a la presidencia del Consejo de Ministros sin pasar por las urnas para sustituir a Silvio Berlusconi, que parecía estar empeñado en llevar a Italia al despeñadero. En aquel momento la clase política italiana apostó por Monti para sacar a Italia del atolladero en la que la había sumido Berlusconi forzando sin duda la legislación para convertir en Jefe de Gobierno a alguien que no había pasado por las urnas.
No se puede olvidar que llegó a la presidencia del Consejo de Ministros sin pasar por las urnas para sustituir a Silvio Berlusconi
Ahora que de nuevo Silvio Berlusconi ha vuelto a entrar en escena retirando su apoyo parlamentario al Gobierno tecnócrata de Monti, Italia se ve abocada a unas elecciones anticipadas, la pregunta del millón, ya despejada, era qué iba a hacer el «professore». Y el «professore» ha dejado dicho que no tiene intención de competir en unas elecciones pero que si una vez que estas se celebren los ganadores le llaman, entonces él estará encantado de volver a convertirse en Jefe de Gobierno.
En mi opinión, resulta inquietante que alguien pretenda gobernar sin pasar por las urnas, pero me parece mucho más inquietante aún que haya formaciones políticas, todas de centro derecha, que se han apresurado a afirmar que si ganan en las urnas le pedirán a Mario Monti que se haga cargo del Gobierno.
Quienes conocen a Monti aseguran que lo que este pretende es planear por encima de las luchas partidistas para poder representar mejor a todos los italianos y no tener las manos atadas en cuanto a los intereses de los partidos.
Esta actitud de Monti esconde cierto grado de soberbia, es la de un hombre que cree que la política partidista contamina y que quiere preservarse de esa contaminación. Pero resulta que en democracia son los partidos los que canalizan los votos de los ciudadanos y por tanto intentar esquivar a los partidos es situarse en los márgenes del sistema.
En democracia si alguien aspira a gobernar debe de tener el valor de confrontarse en las urnas y no buscar atajos, y mucho menos la puerta de atrás para lograr el objetivo de presidir el Consejo de Ministros.
Puede que Mario Monti sea la clase de gobernante que necesita ahora Italia, pero lo que no es de recibo es que no se atreva a presentarse ante los electores y recibir directamente su veredicto. En realidad, lo que pretende Monti es algo tramposo. Ahora las urnas deberían de tener la última palabra, pero a lo que parece el professore y sus amigos se preparan para dar un giro de tuerca al sistema, y si lo logran la democracia saldrá ninguneada.
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Julia Navarro