La decisión de la acaudalada María Dolores de Cospedal, presidenta de Castilla-La Mancha y secretaria general del PP, de suprimir las urgencias nocturnas de los 21 centros de salud de otros tantos pueblos castellano-manchegos, puede poner en serio riesgo la vida de cualquiera de las cien mil personas que residen en dichas localidades. ¿Vuelve a no valer nada la vida en España? ¿Prevalece una razón económica, harto discutible por lo demás, sobre el derecho de cualquier persona a ser atendida pronta y dignamente en caso de necesidad?
¿Vuelve a no valer nada la vida en España?
Una urgencia sanitaria, ocioso es recordarlo, requiere de una intervención rápida, lo más diligente posible, si lo que se quiere es salvar la salud o la vida de quien la precisa. En circunstancias normales y con patologías leves, ya sería infame obligar a los ancianos que mayoritariamente habitan esos pueblos a trasladarse, careciendo de automóvil los más, a otros municipios lejanos en busca de atención sanitaria, pero si las circunstancias no son normales, pues es de noche, y la dolencia es un ataque súbito, el agravamiento extremo de una dolencia o un accidente de los muchos a los que se exponen los que viven en y del campo, es intolerable que se pretenda la pérdida de un tiempo crucial, en el que cada segundo puede marcar la linde entre la vida y la muerte.
La decisión de suprimir el servicio médico hace indigna moralmente de su cargo a Cospedal
Viene a argüir Cospedal, esa señora que nunca deja de sorprender, y siempre muy mal por cierto, que esos servicios nocturnos de urgencias atendían, de media, a una persona por noche, y que, en consecuencia, no merece la pena. No se la merecerá a ella, ciertamente, pero esa persona que era atendida de urgencia cada noche en cada uno de esos pueblos castigados, esas 21 personas, ¿qué tienen que hacer ahora? ¿Morirse? ¿Arrastrarse por las carreteras en la noche? El infarto, la peritonitis, el parto con complicaciones, la insuficiencia respiratoria, el atragantamiento de un niño, el accidente doméstico o la mala caída del tractor, no pueden esperar los hasta 40 minutos que, en el mejor de los casos (existencia de vehículo para el traslado, carreteras expeditas…), mediarían entre el suceso y su atención. Por eso son urgencias. Y por eso, por la decisión de suprimir el servicio médico que las atiende, ya se hace indigna moralmente de su cargo público Cospedal.
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Rafael Torres