Quienes no hayan escuchado íntegramente los tres cuartos de hora de discurso y posterior rueda de prensa del Primer Ministro de su Majestad enmarcado en el título Britain and Europe corren el riesgo de quedarse con el mensaje mutilado y sesgado imperante en la cobertura de la noticia por la mayoría de los medios periodísticos españoles, aquejados de ese eurofanatismo paleto propio de los conversos, especialmente los más acomplejados. En efecto casi todos presentan la formulación del premier como un planteamiento euroescéptico centrado en la necesidad de obtener un trato singular para el siempre soberbio Reino Unido.
Un 40% de los ciudadanos de las Islas muestran su descontento con la UE
Pues bien, si acudimos a la fuente directa, podremos apreciar muchos más matices y elementos en lo que sin duda constituye uno de los actos políticos de mayor calado de un líder europeo en los últimos 25 años. En primer lugar, solo por las formas. Cameron se ha dirigido a toda la nación a una hora muy temprana y en presencia de todos los medios a cuyas preguntas ha contestado en directo al final de su intervención (¿recuerdan cuando en España había ruedas de prensa?). La hora no es casual y así lo ha recordado el Primer Ministro, subrayando la necesidad de respetar el horario de su deber de atender las preguntas parlamentarias en la temible sesión de control del Parlamento, donde reside la soberanía popular británica a la que constantemente ha apelado.
En cuanto al fondo, la mayoría de los medios han obviado en estos lares la cuestión previa en la que el Jefe del Gobierno de su Majestad ha querido enmarcar su propuesta, y que no es sino el ejercicio directo y valiente de la responsabilidad. Así Cameron ha insistido en que la razón de su proposición a los británicos no es otra que la de afrontar un problema, en vez de ignorarlo con la esperanza de que desaparezca con el tiempo. De hecho ha utilizado en varias ocasiones la metáfora inglesa de meter la cabeza en la arena. Lo cierto es que si un 40% de los ciudadanos de las Islas muestran su descontento con la UE y si existe una percepción interna de que las instituciones europeas están en crisis, parece razonable abordar el problema activamente y con ánimo de buscar una solución.
La que propone Cameron, a diferencia de lo que se ha dicho, no es un estatus diferente y privilegiado para el Reino Unido, sino una nueva formulación de las instituciones europeas en su conjunto, incluyendo si ello fuere necesario la reforma de tratados, en beneficio del conjunto de los estados miembros. Porque los principios en los que el premier pretende basar dicha reforma son los de transparencia, eficiencia, unidad de mercado, revisión de competencias y aumento de la responsabilidad (accountability). Y Cameron entiende que el momento es ahora, porque ahora por primera vez en décadas los europeos hemos admitido que la mera inercia no conduce a nada positivo e incluso a veces nos lleva al abismo.
Cameron corre el riesgo de pasar a la historia como el Primer Ministro que sacó al Reino Unido de la Unión Europea
El Primer Ministro quiere alcanzar dicha arquitectura europea renovada con un mandato previo de sus ciudadanos en las urnas en 2015 y, si lo recibe y es capaz de alcanzar su objetivo, defender de manera activa y entusiasta la permanencia del Reino Unido en la Unión. Cameron ha sido severo también con las visiones orgullosas y euroescépticas y ha recordado que, si bien la UE perdería con la salida del Reino Unido, los británicos sufrirían también severamente las consecuencias de dicho proceso. Ha recordado que el mercado único europeo es vital para los ingleses y que sus conciudadanos se han acostumbrado a dar por sentadas muchas realidades cotidianas que no son sino la aplicación directa de las libertades que emanan de los Tratados de la UE (circulación, capitales, establecimiento, mercancías…). No obstante Cameron tiene la confianza en que puede llevar adelante su empresa, y aunque es consciente (y así se lo han recordado los periodistas) de que corre el riesgo de pasar a la historia como el Primer Ministro que sacó al Reino Unido de la Unión Europea, tiene la convicción de que podrá hacerlo como el líder que garantizó la continuidad del proyecto europeo, con la participación británica.
Se puede estar de acuerdo o no, pero no se puede negar el calado político de la decisión, por su dimensión, por su riesgo y por sus posible beneficios (incluidos los electorales más inmediatos, por qué no). Desde luego, en tiempos en los que solo vemos gobernantes y líderes políticos puestos de perfil, el posh Prime Minister, que no prometía destacar en esa general mediocridad, ha emergido en los últimos doce meses como un hombre de convicciones y de decisiones, dispuesto a asumir riesgos para alcanzar grandes objetivos y sin tentación de eludir los retos.
Por último, en tiempos de tanto circunloquio y tanta evasiva, nuevamente un planteamiento directo a lo Oprah Winfrey formular una pregunta clara con dos posibles respuestas sencillas, sí o no.
Juan Carlos Olarra-Estrella Digital
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Juan Carlos Olarra