Por primera vez en la historia de la reciente democracia el PSOE pide la dimisión del presidente del Gobierno sin que ello derive en una convocatoria de elecciones. El régimen español no es presidencial y, por tanto, la dimisión del jefe del Gobierno no implica ningún concurso electoral. Bien pudiera ocurrir que el Parlamento nombrase un nuevo presidente. Así se produjo la
sucesión de Adolfo Suárez por Leopoldo Calvo Sotelo . El PP tiene mayoría suficiente como para poder sacar a su candidato. No obstante, atendiendo al precedente de la última etapa de Felipe González, el PP está en condiciones de ofrecer resistencia hasta el final. De modo que Rajoy podría mantenerse en el poder hasta que la situación se volviera insoportable.La inestabilidad política interna puede provocar severas acometidas del mercado financiero internacional
Son múltiples los factores que hacen diferente el último gobierno de González con el de Rajoy. Quiero decir con ello que, en la actualidad, la capacidad de aguante es más débil: hoy en día los efectos de la globalización son a velocidad crucero y están más interconectados, es decir, la inestabilidad política interna puede provocar severas acometidas del mercado financiero internacional, acrecentando la posición española de «país riesgo»; la economía europea no ofrece salidas claras de la crisis -antes bien, las señales son de que debemos continuar sobrellevando la pesada carga de la austeridad y el sufrimiento-; y, ya en nuestro suelo, no vislumbramos mejoría económica alguna ni oteamos en el gobierno suficiente sensibilidad social para amortiguar las devastadoras consecuencias de tantos recortes. A todo ello hay que añadirle la crisis del modelo territorial que espolea la inviabilidad de un proyecto común de país, el descrédito de la Corona y el dilatado malestar social contra los partidos políticos. Así mismo, a todo ello se suma un potente y nuevo ingrediente: internet y sus incontables redes de comunicación.
De manera que lo que antes podía sortearse con astuta entereza ahora resulta complicadísimo. En consecuencia, el caso Bárcenas, los efectos colaterales del caso Urdangarin en la Casa Real, la enconada iniciativa catalana por el derecho a decidir junto a la creciente desazón ciudadana debido a que sus acuciantes problemas económicos se muestran como irresolubles a corto y medio plazo, pueden desencadenar un cambio de gobierno. En ese caso, ¿cuál sería la salida?.
Tiendo a pensar que ante tal soberbio fracaso Europa del Norte querrá no sólo ponderar los efectos continentales de la crisis, sino también arbitrar de algún modo la solución. Dado que disponemos de antecedentes, es más que probable que se incline por un gobierno de concentración y de perfil tecnocrático. En definitiva, afinarán las cuerdas de la guitarra española de acuerdo a la partitura de los poderes económicos europeos. A juicio del establishment económico europeo, tal como está el patio, habrá que evitar las elecciones: en Italia, la vuelta de Berlusconi es una pesadilla y en Grecia, el triunfo de Syriza constituye una amenaza para Europa. Si Rajoy se ve obligado a dimitir, el saneamiento institucional vendrá sin elecciones, con un nuevo mandatario puesto por el PP y una composición de gobierno tecnocrático de carácter «nacional», esto es, fruto de un pacto con el partido de la oposición.
¿Acaso no es este el tan buscado «pacto de Estado» propuesto por los grandes medios de comunicación para salir de las diversas crisis?
¿Acaso no es este el tan buscado «pacto de Estado» propuesto por los grandes medios de comunicación para salir de las diversas crisis? Un pacto de este calado, se piensa, podría enfrentarse a la crisis de la Corona, a la crisis territorial, a la crisis económica y, como égloga final, a los peligros del derrumbe del bipartidismo e ingobernabilidad del país.
La pregunta que me hago es si por casualidad el PSOE se mueve en esta dirección. ¿Busca un pacto de esta envergadura? No puedo asegurar que así sea, pero de lo que no tengo la más mínima duda es de que, puestas las piezas en el tablero de ajedrez, a pocos se les escapa esta jugada.
Si mi conjetura cobrase visos de realidad, entonces sí que estaríamos ante una receta de perniciosas consecuencias. La profilaxis sería peor que la enfermedad. Pues sellaría un gran acuerdo entre la oligarquía económica y la oligarquía política. Una salida de este calibre supone la corrupción no ya de algunos políticos sino de la política. A estas alturas, una fatal connivencia entre los medios económicos y los medios políticos infeccionará aún más el descrédito de los ciudadanos hacia sus representantes. Una mayor asimetría entre unos y otros inequívocamente ahondará el estado de indignación ciudadana y, sin duda, incentivará la movilización social.
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Mario Salvatierra