sábado, enero 11, 2025
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Un gesto sin precedente

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Una vez digerida la primera impresión provocada por la gran noticia del año, podemos intentar establecer alguna reflexión acerca del significado que la decisión papal tendrá en el orbe católico y, muy concretamente, en el interior de una institución poco dada a aceptar con facilidad la aparición disruptiva de decisiones que afectan al núcleo central de su estructura.

En primer lugar, el hecho de que no haya antecedente de semejante decisión de renuncia, y que haya que remontarse a los comienzos de la institución para cerciorarse de la existencia de un precedente, señala la verdadera dimensión de la decisión de Ratzinger que no puede contemplarse como un episodio más en la vida de la curia romana, sino como un verdadero hito que transformará, sin duda, la visión que siempre hemos tenido sobre el objeto y el sujeto del papado.

La decisión de Ratzinger articula por la vía de los hechos un cambio que moderniza la institución

En segundo lugar, hay que establecer que esto que ha sucedido es una pauta en la vida de la comunidad católica. En adelante, será difícil que no se interprete de otra forma lo que ha sido una decisión personal y autónoma, y que ante evidentes casos de incapacidad por fruto de la edad, las circunstancias no pesen de manera indiscutible sobre sus sucesores o, más ampliamente, sobre aquellos cargos eclesiásticos que no están sujetos a jubilación por edad establecida en el derecho canónico.

En tercer  lugar, la decisión de Ratzinger articula por la vía de los hechos un cambio que moderniza la institución, al ser posible y no extraño que un hombre de Dios, cansado y doliente en un estado de salud precario, deje paso a la responsabilidad de otros y a que alguien con mayor empuje se haga cargo de la responsabilidad.

En cuarto lugar, la decisión humaniza al sucesor de Pedro, nos lo acerca en la misma forma aunque en dirección contraria con que sentimos de cerca el lento y angustioso apagarse de su predecesor. La decisión de Benedicto XVI lo ennoblece.

Y, finalmente, hay que destacar la importante lección moral y ética que se oculta sobre un acto tan sencillo como lo es el reconocimiento de una incapacidad para abordar con plenitud una tarea. Frente a los políticos que viven amarrados al cargo como si su salida personal marcara el fin de los días, el Papa Benedicto ha dado una lección de humildad adecuada y conveniente para hacer aún más visible la perversión del mal que se oculta tras los gestos que otros insisten en repetir asegurándose, vaya a saberse por qué vías, la continuidad infinita en el sillón.

Para todos ellos este golpe de elegancia y de sutileza hecho con la humildad de un verdadero servidor de sus creencias.

Editorial Estrella

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