No hace leer a Sun Tzu para concluir que una orden seguida de contraorden conduce, ineluctablemente, al desorden. O a la contradicción y sin otra explicación posible que el nerviosismo o el desconcierto. Lo hemos visto en el arranque de semana con el caso de Jesús Sepúlveda, exalcalde popular de Pozuelo de Alarcón (Madrid) y exmarido de la ministra de Sanidad. Hasta el lunes, pese a estar imputado en el caso Gürtel, Sepúlveda continuaba cobrando un sueldo del PP. Ahora, ha sido despedido por María Dolores de Cospedal.
Puede que Mato no supiera de dónde venían tantos favores, pero lo que no resulta creíble es que ignore la responsabilidad política inherente al caso
Mandando al paro a Sepúlveda cuando hasta hace dos telediarios desde la dirección del PP argüían que por el hecho de estar imputado no se le podía despedir (curioso argumento visto que quienes trabajan en el PP no son funcionarios públicos), lo que ha venido a demostrarse es la inquietud y el alto grado de improvisación con el que la cúpula de los populares están gestionando el cruce de dos casos (Bárcenas y Gürtel) sobre los que planea la ominosa sombra de la corrupción política.
La opinión pública conoce la cuantía y circunstancias de las dádivas recibidas por el matrimonio Sepúlveda-Mato de mano de la trama organizada por Francisco Correa, empresario en prisión desde hace varios años. En razón de esas informaciones, la oposición reclama la dimisión de la ministra y distintos sondeos refrendan de manera inequívoca la misma petición.
La ministra de Sanidad aduce en su descargo que nada sabía acerca del origen de los regalos: billetes de avión, pagos de hoteles, detalles de cumpleaños, objetos personales, etc. Puede que no supiera de dónde venían tantos favores, pero lo que no resulta creíble es que ignore la responsabilidad política inherente al caso. El pasado fin de semana el presidente del Gobierno respaldó la continuidad de Mato al frente del Ministerio de Sanidad aduciendo que sería «injusto» destituirla.
Cuando hace años Pilar Miró fue obligada a dimitir como directora general de RTVE y posteriormente enjuiciada por un asunto considerablemente menor que el que gravita sobre la señora Mato, desde el PP, nadie tuvo semejante deferencia hacia ella. La dirección de los populares clamó al cielo, pidiendo la destitución. Se ve que ahora la vara de medir ha cambiado de manos y de envergadura.
Es probable que con el despido de Jesús Sepúlveda la dirección del PP haya creído que había dado con el fusible del caso. La cabeza que una vez sacrificada haría descender el nivel de las aguas. Mucho me temo que no va a ser así. Tengo para mí que la hoja de ruta de los casos Sepúlveda-Mato y Bárcenas va camino de parecerse a una de las novelas de Ágatha Christie. En sus tramas, como se sabe, los negritos desaparecían de escena de uno en uno, pero acaban desapareciendo. Todos. Al tiempo.
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Fermín Bocos