La renuncia de Benedicto XVI es un suceso que le viene muy bien al Gobierno y su partido porque eso distrae la atención por unos días al focalizar bastante el interés de las gentes, como reflejan las portadas de todos los periódicos, no solamente los de la derecha adicta. Pero no se hagan falsas ilusiones porque mañana las cosas retornan a su estado natural y recuperan su sitio, gracias a Dios, Rajoy y sus sueldos subidos un 27% en plena crisis de sacrificios para los demás, Bárcenas y sus hazañas de ingeniería financiera ilegal e ilegítima, presuntamente, claro, y de contradicciones históricas, Ana Mato y su intoxicación de confeti y de valiosos regalos indisimulables, presuntamente, claro, Jesús Sepúlveda lo mismo y su carácter perdido de funcionario intocable del PP, y nada digamos de Arturo Fernández, que por la inmediatez merecería capítulo aparte y que viene a coronar de momento ese rosario inconmensurable de joyas y maravillas de corrupción en el corazón mismo de la derecha española, presuntamente, claro, que andan tan bravos que más vale un gramo de prudencia que uno de contundencia.
La renuncia de Benedicto XVI es un suceso que le viene muy bien al Gobierno y su partido
Las denuncias de sus empleados colocan al presidente de CEIM y vicepresidente de CEOE en una situación imposible y los malintencionados no dejan de señalar sus estrechos vínculos con la derecha dura institucional y política, seguro, los malandrines, para desacreditar a todos de una tacada y propiciar su expulsión de los poderes, a ellos, que ganaron en buena lid todas las elecciones y que tienen el derecho divino a mantenerse de por vida en esos poderes. Ya les desearía yo que la renuncia del Papa les tendiera un manto protector, pero, ya digo, mañana se acabará el Obispo de Roma y volverán a la cruda y apocalíptica realidad y se recrudecerá el crujir de dientes, de cuentas corrientes y de angustia ante los días y meses venideros, sin el consuelo ya que Cospedal justifique los sobresueldos por el trabajo extra electoral y otros disparates y explicaciones catalépticas. Pero que Dios proteja a Ratzinger y que su ejemplo cunda. O que Dios nos pille confesados, sobre todo a ellos, tan cristianos y píos.
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Pedro Calvo Hernando