Perdí la cuenta de las copas que me había tomado. Me apoyé en la barra para descansar un rato. Las luces y la música de la discoteca empezaron a marearme pero aún así le pedí al camarero otro gin tonic. Mientras recogía mi bebida noté como una mano acariciaba mi trasero y me agarraba las caderas. No me molestó. Me di la vuelta. Era Ramón, uno de los amigos con los que había salido a divertirme. Comenzó a besarme intensamente y yo me dejé llevar. Su lengua recorrió mi cuello y sus manos jugaban por dentro de mis pantalones. Cerré los ojos y le abracé con fuerza. Sus manos subieron hacia mi vientre hasta llegar a mis pechos. Los acarició con agresividad. Cerré los ojos y me apoyé en su hombro.
De pronto otras manos me agarraron de la cintura y trataron de desabrocharme el pantalón. Tampoco me importó, pensé que iba a estallar de la excitación. Me di la vuelta. Era Emilio, un amigo de Ramón. Le besé. Cada uno me agarró de una mano y nos dirigimos rápidamente hacia a la puerta del local. Queríamos salir de allí. Sin mediar palabra nos subimos en un taxi y una vez dentro no pudimos calmar la excitación y continuamos con el juego. Llegamos a la casa de Ramón, cruzamos el portal y nos subimos al ascensor. Entre los dos me desnudaron. Mientras Emilio me arrancaba la camiseta, Ramón me bajó los pantalones y me acarició por debajo de las braguitas, noté como me humedecí. Entramos por la puerta y yo sólo pensaba en calmar mi deseo, necesitaba sentirlos dentro de mí, a los dos.
Seguíamos sin hablar, sólo nos tocábamos, nos acariciábamos y ardíamos de deseo. Nos tumbamos los tres en la cama con torpeza. Mi paciencia comenzaba a agotarse. Quería que empezase la acción. Las copas de más hicieron que perdiera el pudor y decidí tomar el control. Me desnudé completamente y me abalancé sobre ellos, también desnudos. Estaban completamente erectos. Ya no quería más caricias. Me posicioné de tal forma que todos disfrutamos. Mientras lamía el miembro de Ramón, Emilio entró dentro de mí. Apretó con fuerza mis nalgas y me embistió con fuerza una y otra vez… exploté de placer y no podía parar de gemir. Volvimos a cambiar de posición, los ojos de Ramón me reclamaban. Esta vez me tumbé encima de él. Estaba agitada, fuera de mí, me froté con fuerza contra su pene, grité y alcancé el clímax. Emilio nos miraba excitado mientras se acariciaba, él también quería gozar de placer. Caímos rendidos. Me abrazaron los dos y nos dormimos.
Los rayos del sol me despertaron. Abrí los ojos. Un dolor insoportable me taladraba la cabeza, me moría de sed. Miré a mí alrededor. No podía creer que lo hubiese hecho. Me levanté despacio de la cama, recogí mi ropa y salí corriendo por la puerta.
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El Rincón Oscuro