Según la agencia de estadística Eurostat, la Eurozona ha batido una nueva plusmarca en lo que a destrucción de empleo se refiere, registrando un 11,9 % de paro. En esta patética Champions League, Grecia obtiene el campeonato con un 27 %, seguida muy de cerca con España con un 26,2 %.
¿Cuáles son las razones que explican nuestra catastrófica tasa de desempleo? En mi opinión, la respuesta se encuentra repartida entre estas siete cuestiones:
1. La entrada en la Unión Europea supuso el acceso español a los millonarios fondos de cohesión. Sin embargo, la contrapartida exigida por Alemania y Francia fue que España se convirtiese en una economía de servicios –con especial preponderancia de la construcción y del turismo– por lo que se procedió al desmantelamiento del sector agrícola y de parte del industrial. Su pérdida y el hundimiento del ladrillo son responsables de gran parte de los 6 millones de desempleados.
El coste de la vida se ha encarecido en España en torno a un 14 % desde la implantación del euro
2. El abandono de la peseta y a la adopción del euro no ha sido el camino de vino y rosas que muchos esperaban. Según los datos de la oficina estadística de la Unión Europea, el coste de la vida –descontando la inflación– se ha encarecido en España en torno a un 14 % desde la implantación de la moneda única. Paradójicamente, solo nos supera Grecia, con un alza del 19 %. Este hecho ha generado una lógica contracción del consumo que ha afectado al sector terciario.
3. El llamado Estado de las Autonomías ha supuesto la ruptura de la necesaria unidad de mercado mediante la creación de un corpus legal y de una burocracia multiplicada por diecisiete, por no hablar del desbarajuste fiscal interno existente. Esto supone que, en ocasiones, una empresa encuentre más sencillo realizar su actividad o exportar al extranjero que hacerlo en la región limítrofe.
4. El peso del sector público es desmesurado. Eliminando el maquillaje, el hecho es que España cuenta con más de 4 millones de trabajadores públicos para una fuerza laboral que apenas supera los 17 millones. Esto hunde nuestra productividad pues el sostenimiento del sector público obliga a imponer una asfixiante presión fiscal a la iniciativa privada en particular –principal motor de cualquier economía– y al ciudadano en general.
5. El Estado ha optado por favorecer a nivel tributario a los grandes grupos consolidados frente a las pequeñas y medianas empresas (pymes). Así, las multinacionales tributan el Impuesto de Sociedades en torno al 5 % mientras que las pymes superan el 15 %, a pesar de que estas últimas generan el 85 % de nuestro Producto Interior Bruto (PIB) y el 60 % del empleo. Es decir, se penaliza fiscalmente al que crea trabajo y riqueza real en el país mientras se prioriza al capital transnacional fácilmente deslocalizable y, en no pocas ocasiones, puramente financista.
Una empresa española contrata a tres personas pero tributa como si tuviera cuatro.
6. Los costes sociales que debe afrontar el empleador son disparatados para un país que sobrepasa el 26 % de paro. De promedio, superan el 30 % del salario neto. Dicho de otro modo, una empresa española contrata a tres personas pero tributa como si tuviera cuatro.
7. Nuestra capacidad de consumo está en pleno proceso de contracción debida, en gran parte, a cuatro cuestiones que forman un círculo vicioso: los salarios irrisorios en comparación con nuestros homólogos de la Eurozona, la alta tasa de desempleo, la escasa o nula natalidad que no reemplaza a los consumidores fallecidos y el elevado número de jubilados cuyas pensiones son tan bajas que les imposibilita en la adquisición de bienes y servicios.
Gorka Labarga-Estrella Digital
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