El pasado miércoles, en un coloquio sobre Religión y Espacio Público en la Embajada de España en Roma, el Ministro del Interior “soltó” una serie de aseveraciones, de las que todavía me estoy reponiendo. Mira que una tiene ya “hecha concha” con todo lo que ve y escucha, pero Jorge Fernández Díaz, ha sido capaz de sorprenderme de nuevo.
Lo primero que tiene que hacer un ministro es dejar sus creencias religiosas en la puerta de entrada
El Ministro “argumentó” sobre su oposición al matrimonio entre personas del mismo sexo, con esta frase: “ese matrimonio no debe tener la misma protección por parte de los poderes públicos que el matrimonio natural. La pervivencia de la especie, por ejemplo, no estaría garantizada”. Y añadió –porque que durante el coloquio estaba en racha- , que él cree que si hubieran votado en conciencia la mayoría de los diputados habrían rechazado el matrimonio gay.
Todo esto me ha producido una tremenda conmoción de la que solo puedo aliviarme escribiendo, que es la mejor medicina que hemos inventado los seres humanos contra la estupidez y la mediocridad, porque ante tan tamaño desatino, una necesita un desahogo “por escrito”.
Parece ser que este Ministro, cuyo negociado, creo que, si no me he enterado mal, son los asuntos de Interior, anda bastante desinformado de cuál es su labor ministerial, y ha olvidado que cuando uno se pone a los menesteres del servicio público, lo primero que tiene que hacer es dejar sus creencias religiosas en la puerta de entrada, pues la religión, o mejor dicho las religiones, porque hay muchas y muy diversas, no juegan en la liga de la política, o desde luego no deberían jugarla.
Una que es católica y practicante, aunque no pertenezco a ninguna secta o pseudosecta que mediatice mi vida personal y profesional, se atreve a recordarle al Ministro esa frase, supuestamente atribuida a Jesucristo, cuando atravesaba un trance, digamos complicado, que decía: “Al Cesar lo que es del Cesar, y Dios lo que es de Dios”.
Me temo mucho que este teócrata, ni siquiera se ha enterado de que va esto, ni lo de “su religión”, ni lo de “su partido”, ni lo de “su gobierno”. Las creencias, todas muy respetables por cierto, aunque no siempre compartibles, están en el ámbito de lo privado, y pretender que este o cualquier país, se rija por la religión que profesan las personas que están en el Gobierno, es un gravísimo peligro, que pone en jaque algo tan importante como es la democracia.
No dudo que él esté convencido de lo que dice, aunque eso de la supervivencia de la especie, es algo que llama la atención por su falta de consistencia, pero desde luego, si piensa, que su papel es el de hacer apostolado de sus principios religiosos, la política, y desde luego su puesto de ministro, no es el medio. Ni lo es, ni deberíamos permitírselo.
Pretender que este se rija por la religión que profesan las personas que están en el Gobierno es un gravísimo peligro
Hace mucho tiempo ya, que el brujo de la tribu no pinta nada en la dirección de la tribu, y este Ministro parece ser que quiere seguir jugando a este juego, hasta el punto de atreverse a juzgar lo que piensan otros, cuando votan o no, una determinada ley. Le recordaré al Sr. Fernández, que cuando un diputado emite su voto sobre lo que sea, en el Congreso o en el Senado, siempre lo hace en conciencia efectivamente. Sí,
pero en conciencia ciudadana, que es la única que debe regir en esos momentos.
La conciencia de representar a todos los españoles, los ateos, los católicos, los musulmanes, los judíos o los que creen reencarnación de las arañas, algo que este adalid del catecismo del Padre Astete, me temo mucho – y esto es lo peor de todo – que, ni siquiera es capaz de comprender, porque con dos o tres como este, en unos meses, lo mismo, para entrar en Las Cortes, me veo llevando una “rebequita” que cubra mis hombros desnudos o vistiendo falda hasta media pierna. De los pantalones ni hablamos.
Marta Pastor-Estrella Digital
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