Recuerda con acierto José Juan Toharia, que la sociedad recrimina a los políticos que andan más preocupados por sus propios problemas e intereses que por los del común ciudadano y, además, haber abandonado el espíritu de la Transición, que permitía una cotidiana y durísima refriega parlamentaria y mediática, pero también la constante consecución de acuerdos y consensos que hizo posible el difícil parto democrático. Fue sin duda mérito de los políticos de entonces, engrandecidos con el paso del tiempo y olvidadas las miserias, trampas y traiciones -que las hubo– pero también fue el resultado de un esfuerzo colectivo de asociaciones, sindicatos, organizaciones profesionales o instituciones como la Universidad que, con todas sus discrepancias, pensaron, dialogaron, propusieron ideas y cedieron algo para lograr mucho. Ese diálogo, ese consenso, esa forma de hacer política es puro recuerdo.
Desde hace demasiados años, desde hace demasiados Gobiernos, cada cual empezó a tirar por su lado y el resultado es el que vemos hoy. Incapacidad para acuerdos en temas de Estado -la justicia, la educación, la sanidad, las pensiones, el modelo económico, autonómico o fiscal- y una reciente desconfianza ciudadana en sus políticos, con riesgos de que surjan candidatos que pesquen en este río revuelto de recortes, corrupción, desatención a los intereses generales, disputas inútiles e ineficiencias crecientes.
Hay propuestas inteligentes en justicia, en sanidad o en educación, pero los políticos ni siquiera escuchan el clamor ciudadano
No sé si es posible recuperar la clase política de la Transición -profesionales competentes, con experiencia probada, servidores de los ciudadanos, capaces de consensos, de paso por la política- pero creo que es indispensable que la sociedad civil despierte. Sabemos lo que nos pasa, como dice Toharia. Hay propuestas inteligentes en justicia, en sanidad o en educación, pero los políticos ni siquiera escuchan el clamor ciudadano. Hay que empujarles a que lo hagan y hay muchas organizaciones o instituciones que deberían ponerse en la primera fila. Desde luego, la Universidad si sabe despertar de su letargo. Pero hay muchas más que están pidiendo regeneración y cambio.
La Fundación Transición Española ha propuesto reestructurar el Estado autonómico y rediseñar sus competencias. No es una elucubración sino un estudio serio que puede ser discutido, que plantea un debate imprescindible y difícil. Pero hay que abordarlo. Antes lo hizo el Foro de la Sociedad Civil que planteaba la supresión de las autonomías, un objetivo equivocado y tal vez imposible si no volvemos cincuenta años atrás. En el terreno de la Justicia, abogados, jueces, fiscales, sindicatos y consumidores y usuarios se han planteado formular una e reforma radical de la Justicia. Ojalá lleguen a algún puerto. En educación y sanidad hay otro clamor. Lo mismo deberíamos decir del modelo económico, pero sindicatos y patronal hace tiempo que no hablan de nada ni con nadie. Hay que acabar con el desierto de esta sociedad civil y crear movimientos ciudadanos sustentados en un pensamiento sólido y discutido, con propuestas posibles, que obliguen a los políticos a bajar de su guindo particular y escuchar a sus votantes.
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Francisco Muro de Iscar