Gente joven, con estudios y sueldos bajos, cumpliendo el deber que les ha encargado la empresa, se pasan horas en el aeropuerto para dar testimonio de la vuelta a España de un presunto delincuente. Una vez que éste llega, el saludo por parte del personaje no puede ser más lamentable: silencio, desconsideración y una «peineta».
Es decir: cero en conducta y en urbanidad. Lo cual es muy grave en un señor que ha sido senador y encima representante por Cantabria, que es una comunidad en la que predomina el buen gusto.
La prensa, conocida como el cuarto poder, merece mejor consideración
Aunque no sea una novedad, así es esta lamentable historia, que no es que sea usual, pero tampoco sorprendente: un desprecio gratuito a personas que cumplen con su trabajo y a la prensa, conocida como el cuarto poder, el cual merece mejor consideración, tanto por este señor como también por la sociedad, ya que está ejerciendo su papel con bastante más sentido del deber que otros poderes, los cuales se dedican inexplicablemente a ocultar o disimular los problemas.
Esta es mi opinión, por supuesto muy subjetiva, pero puedo comentarla sin corporativismo ya que servidor no es periodista, ni lo ha sido, ni lo será.
Existe un cansancio general por la ración diaria de malas noticias y ello sin duda no favorece a los propios medios de comunicación. Es posible que el injusto dicho de «matar al mensajero» esté haciendo fortuna. Se olvida lo que tiene de positivo esta denuncia cotidiana. ¿Se imaginan la situación actual sin que nadie pusiera límites?
Opino que la prensa está sosteniendo de forma decisiva a la propia democracia. Puede parecer exagerado pero reconozcamos que cada vez es más difícil confiar en instituciones o personas que o bien nos mienten o desean manipularnos.
La prensa está sosteniendo de forma decisiva a la propia democracia
Claro que en el trato a la prensa todavía hay excepciones. Por ejemplo: el abogado de Urdangarin atiende cada día en la calle a un grupo de reporteros que le atosigan en el corto recorrido entre su moto y la puerta de su despacho. Con media sonrisa, paciencia y talante sencillo, no comenta nada de particular, como es su deber, pero extrema su educación incluso cuando le reprenden la falta de declaraciones impactantes o bien algunos tertulianos echan a faltar la liturgia distante de los solemnes bufetes.
Este abogado tiene su mérito ya que su tema, por las ramificaciones que tiene, debe ser muy complicado. Bastante más que el otro. Hay una razón de peso, nunca mejor dicho, para esta afirmación, en la cual seguro que coincidirán conmigo: ¿Han notado que desde que se destaparon ambos escándalos Urdangarin está adelgazando y Bárcenas no para de engordar?
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Paco Fochs