Gema Isabel Gutiérrez, concejal del PP en la localidad onubense de Isla Cristina, sacó ayer hilo, aguja y un bastidor y se puso a hacer punto de cruz durante el pleno celebrado en el Ayuntamiento del Municipio gobernado, en coalición, por el PSOE y el partido andalucista. La edil pretendía mostrar su rechazo a los comentarios machistas del secretario de organización del PSOE de Huelva y parlamentario andaluz, Jesús Fernández Ferrera, que el pasado lunes invitó a la ministra de empleo, Fátima Báñez, a retirarse a hacer punto de cruz a su pueblo. Lo curioso es que cuando la concejala, durante el pleno municipal, puso en marcha su llamativa protesta, la alcaldesa socialista se limitó a mostrar su extrañeza por el gesto, algo coherente en ella teniendo en cuenta que sólo unas horas antes había defendido a su compañero de partido por entender que era suficiente con la disculpa que hizo a través del Twitter. La reacción, sin embargo, fue muy distinta por parte de otras destacadas socialistas, como la histórica Amparo Rubiales, o la consejera de Presidencia Susana Díaz, quienes tras calificar el comentario de desafortunado afirmaron, cargadas de razón, que estas palabras machistas de su compañero son la prueba de «como no se puede bajar la guardia en defensa de la igualdad».
Dicen algunos que el siglo XXI será sin ninguna duda el siglo de la mujer
Todos los años con motivo del 8 de Marzo escribo como un rito, casi como una liturgia, un artículo sobre igualdad y, lamentablemente, podría coger al azar cualquiera de los textos de estos años y la cosa no habría cambiado tanto. Dicen algunos que el siglo XXI será sin ninguna duda el siglo de la mujer. Sin embargo pensar en la igualdad en la no discriminación en razón de sexo, parece aún una cuestión más cercana la utopía que a la realidad. Dicen -aunque yo cada día lo dudo más- que en los últimos años las mujeres hemos realizado una auténtica revolución silenciosa, imparable y efectiva, pero de ser así, desde luego ni ésta puede darse por concluida ni debemos pensar que las conquistas, por importantes que hayan sido, no tienen marcha atrás. Es fácil, facilísimo, retroceder un día lo que ha costado años de trabajo y si se trata de defender cosas intangibles, como la dignidad o la igualdad, aún más.
Desde hace años -¡qué pereza!- tenemos un intenso debate sobre si la fórmula para conseguir la igualdad debe ser el sistema de cuotas que lleve a una verdadera democracia paritaria, tal como sostienen las mujeres socialistas, o la política efectiva de igualdad que lleve a las mejores a ocupar los mas altos puestos de responsabilidad. A mi, personalmente, me da igual. He defendido y defiendo el sistema de cuotas y también el de méritos propios porque si el fin es la igualdad me importa un pimiento el medio que se utilice para conseguirlo. El problema de verdad es que llevamos demasiado tiempo dando vueltas al mismo molino y los resultados son más bien escasos.
Las mujeres seguimos siendo objeto de discriminación o abuso y el machismo está en todos los partidos políticos
La mayoría de las mujeres prefiere minimizar los aspectos ideológicos que nos pueden separar y poner el acento las muchas cosas que nos unen. ¿Qué mujer no es solidaria con el repugnante tema de la violencia machista? ¿Qué mujer no se siente dolorida, humillada, maltratada y vejada cuanto contempla la imagen de las afganas y otras tantas mujeres llevando un burka, lapidadas por delitos que jamás cometieron o cruelmente mutiladas por la ablación? Lo cierto es que las mujeres seguimos siendo objeto de discriminación o abuso y el machismo está en todos los partidos políticos y trufa todas las ideologías.
A mí me importa poco que quien mande a hacer punto de cruz a una ministra en vez de rebatir sus argumentos políticos, sea del PP o del PSOE. Lo importante es que para verbalizar y minimizar algo así se tiene que ser un machista redomado y que ese tipo de actitudes sigan teniendo complicidades, y las tienen incluso, como hemos visto, entre las mujeres. Por cierto parte de este artículo lo escribí hace exactamente 10 años y algunos de estos argumentos tienen una amplia reflexión en mi libro «Mujeres». Lo descorazonador es que una década después sigan siendo válidos. ¡¡Qué ganas de tirar la toalla!!
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Esther Esteban