Era mi tercer día en el nuevo trabajo y, aunque aún no le había cogido mucho el tranquillo, parece que mis jefes confiaban lo suficiente en mí como para mandarme a estudiar el funcionamiento de un Parque de Bomberos y analizar los recortes que se podían hacer para enfrentarse a la crisis.
La idea no me atraía demasiado, sobre todo por el hecho de que tenía que pasar una semana entera viendo cómo los bomberos desarrollaban su trabajo. El primer día fui muerta de miedo y de vergüenza porque no sabía que me iba a encontrar y cómo aceptarían estos trabajadores mi presencia allí, primero porque iba a evaluar su trabajo y segundo porque iba a ser la única mujer de todo parque de bomberos.
Pero mis miedos se disiparon rápidamente ya que todos me acogieron muy bien y me facilitaron el trabajo sin ningún tipo de pega. Además, he de reconocer que nunca antes me había fijado en este cuerpo del Estado hasta ese momento. Aunque suene a tópico no sé si era el calor del mes de mayo o estar rodeada de hombres tan grandes y fuertes pero cada día que tenía que acudir al parque iba con una sonrisa de lado a lado. Viví muchas cosas junto a estos «héroes» y compartí muchos momentos ya que hice salidas con ellos y vi como se enfrentaban al peligro. Pero, sobre todo, sentía que tenía mucho feeling con uno de ellos. Tenía 25 años y se llamaba Álex. Lo tenía absolutamente todo, era caballeroso, alto, rubio, sus ojos eran de un azul para perderte y su cuerpo fibroso, una invitación al pecado. Nuestra atracción mutua me resultaba evidente pero tal vez era producto de mi subidón después de tantos días rodeada de semejantes dioses.
El penúltimo día el capitán me propuso pasar la noche en el parque de bomberos, ya que de madrugada solían tener muchas llamadas. Se lo comenté a mi jefe y le pareció una buena idea. De camino al parque mis sensaciones se entremezclaban, una noche rodeada de doce hombres, yo sola y con Álex, que cada vez me obsesionaba más. La noche en un parque de bomberos era de lo más normal, todos se iban a dormir y si había una llamada sonaba una campana y se repartían para acudir al lugar. Yo estaba tan excitada que, cuando todos se fueron a la cama, me quedé despierta. Como era incapaz de conciliar el sueño me levanté y fui a la zona común, al rato oí mi nombre «Irina, ¿qué haces aquí?, ¿te encuentras bien?». Me giré y le vi ahí, era Alex, sin camiseta y con el pantalón de pijama. Me quedé sin palabras al ver esa estampa y cuando pude articular le expliqué que no tenía sueño. Entonces se sentó a mi lado y me dijo: «Me quedo contigo y así te hago compañía».
Estuvimos un buen rato riéndonos y compartiendo historias, yo sólo podía pensar en lo bueno que estaba y rezaba para que la noche no acabara nunca y la sirena no sonara. Cuando me sentí cómoda y me entró el sueño ocurrió eso que había estado imaginando desde que entré en aquel parque. Alex se acercó a mí y me besó. No me lo podía creer, era como me lo había imaginado; sus labios carnosos besaban mejor que ningunos y a la vez sus manos recorrían cada centímetro de mi cuerpo. La temperatura subía a cada segundo y acabé encima de él medio desnuda, besándole y tocándole como si el mundo se acabara por la mañana. De repente, se levantó y me empotró contra la pared con fuerza y a la vez con cuidado, estábamos totalmente desnudos y él apretaba mi culo contra su miembro a la vez que me susurraba: «Eres preciosa, cada vez te deseo más». Cada embestida suya era un empujón más hacia el cielo, su fuerza, sus brazos, su torso… No pude aguantar y mi cuerpo se estremeció al momento. Cuando parecía que ambos habíamos terminado me llevó al sofá, me tumbó y le sentí, aún su pene estaba erecto, no me lo podía creer, este hombre no tenía fin. Sus labios y su lengua volvieron a recorrer cada centímetro de mi cuerpo y de nuevo se introdujo en mí. Tras hora y media de intensa pasión, terminamos tumbados en el suelo y mirando al techo. Mi corazón aún latía con fuerza y mi cerebro intentaba procesar lo ocurrido, cuando él dijo: «ha sido impresionante, eres impresionante».
El impresionante era él, nunca había conocido a un hombre con tanta fuerza y tanto aguante. Hoy por hoy, mi bombero macizo y yo mantenemos una relación y puedo decir que recomiendo a cualquier mujer del planeta que ponga un bombero en su vida.
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El Rincón Oscuro