La familia de Yolanda, sus hermanos Amaia y Asier, fueron hasta el ministerio del Interior el pasado viernes a pedir explicaciones sobre la contratación de Hellín. El asesino de Yolanda ha trabajado para la policía nacional y la guardia civil, además de para los mossos de escuadra y la ertzaina. El ministro les confirmó que efectivamente le constaba dicha colaboración en los años 2006, 2008, 2009 y 2011. Les anunció que investigaría la relación de su departamento con el asesino, fue correcto y en ningún momento pidió disculpas.
La sangre vertida de Yolanda González no ha recibido la justicia que el atroz asesinato merecía
Cuando en febrero de 1980 se produjo el asesinato, la estrategia del Partido Socialista de los Trabajadores, el partido político de Yolanda, acompañado en todo momento por la familia, fue la de exigir que se abriera una profunda investigación y que se castigara a los culpables del crimen.
Desde entonces hasta ahora, esa pretensión ha sido un largo calvario sin expectativa de solución, puesto que no se ha cumplido ninguna de las dos pretensiones, y la sangre vertida de Yolanda González no ha recibido la justicia que el atroz asesinato merecía. Los asesinos directos, identificados y condenados, apenas han cumplido sus sentencias, y en el caso de Hellín Moro, ha provocado toda suerte de extrañas operaciones de fuga, permisos y ha exhibido en la práctica complicidades evidentes con el aparato policial que le han eximido por la vía de los hechos del cumplimiento de la condena correspondiente a su culpa.
Sin arrepentimiento ni perdón, el asesino de Yolanda se encuentra ahora en las filas de la seguridad del estado, dejando en evidente indefensión a la familia, amigos y compañeros de la estudiante asesinada, y colocando a toda persona con verdadero espíritu democrático al otro lado de la línea moral que separa lo brutalmente incorrecto de lo éticamente necesario.
Quienes ahora vuelven a exigir, treinta y tres años después, la justicia que desde la noche del crimen se niega, reúnen para sí los valores de la decencia y la dignidad que deberían hacer que el ministro no sólo se disculpase en nombre de la institución que dirige, y del gobierno de España, sino que asumiera el compromiso, más allá de la comodidad que ofrece el agazapamiento en tecnicismos inadmisibles, de desvelar las verdades que han reptado por esta historia reciente de España, ocultas a la visibilidad de la política, pero contundentes y constatables a los ojos de los ciudadanos con corazón.
La credibilidad de esta democracia está en juego
Dicho de forma más clara, cuando el viernes entró en la sede del ministerio del Interior la familia de Yolanda, hizo por primera vez su entrada, a la luz de los hechos conocidos y reconocidos, la dignidad, la decencia y la ejemplaridad que hasta entonces ha estado ausente entre esas paredes.
Asier y Amaia, en un vídeo que circula por internet, nos han convocado a todos a no dejar que la oscuridad se cierna sobre el caso, a que se haga la luz necesaria y a que de una vez por todas, todos y cada uno de los que han arrastrado por el suelo la memoria de Yolanda, paguen su culpa directa o su responsabilidad indirecta, sin excusas ni silencios ignominiosos.
La credibilidad de esta democracia está en juego, y no se resquebraja del todo gracias a la honradez y la tenacidad de una familia que mantiene viva con sus actos, no solo la estela inolvidable que dejó Yolanda tras su muerte, sino también los principios que dando valor a cada uno de sus gestos en defensa de su memoria, sonrojan y avergüenzan al mismo tiempo a quienes aún son el muro contra el que se estrellan todos los que luchan, luchamos, contra esta abominable injusticia.
Rafa García-Rico – en Twitter @RafaGRico – Estrella Digital
Rafael García Rico