Sí, ya sabemos que Rubalcaba ha quedado en una posición muy desairada, tras la moción de censura de Ponferrada, que les ha permitido a los socialistas hacerse con el poder, gracias a la ayuda de un acosador. Sí, ya sabemos que Óscar López, el secretario de organización, ha quedado de pena, y eso le ha obligado a presentar su dimisión no aceptada. Sí, ya sabemos que todo este asunto no se ha podido llevar peor, hasta el punto de hacer estallar esta bomba el Día Internacional de la Mujer, como si de un presagio maldito se tratara. Sí, ya sabemos que el nuevo alcalde de la indignidad entre mantener el bastón de mando o dejar su partido con oprobio ha optado por lo primero y eso es en lo que me quiero detener y, también, en la actitud de muchas mujeres de la izquierda.
«Reconozco que me cegó el sacar de la política al alcalde», dijo el número dos del PSOE tras poner su cargo a disposición de Rubalcaba. Lo que no han dicho, o al menos no lo han hecho con la suficiente rotundidad, es que ni el alcalde ni los concejales que han llegado al poder pagando un precio repugnante, no podrán ni ahora ni nunca ir en una lista del PSOE ni como independientes, ni como militantes. Sería intolerable que en este asunto estuviéramos ante una reedición del llamado caso Benidorm y este puñado de impresentables vuelvan a presentarse por el partido en otras elecciones bajo el disfraz de independientes. Lo que no han dicho, o al menos no han hecho con suficiente rotundidad, es que el alcalde en cuestión Samuel Folgueral entre optar por defender sus principios ideológicos y la pasta-poder se ha quedado con la pasta y eso, precisamente, es lo más condenable.
Los gestos de buena fe llegan demasiado tarde y la reacción de las mujeres socialistas han sido escasas
A estas alturas de la película, cuando, según el CIS, la corrupción se ha convertido en el segundo problema de los españoles detrás nada menos que el paro, un caso como el de Ponferrada explica perfectamente el porqué de esa percepción ciudadana. Si se trata de tener poder hay algunos personajes que pagan el precio que sea y, en este caso, al alcalde indigno le compensará y mucho desobedecer a Rubalcaba y pasarse a su partido por el forro de los… Yo no tengo por qué dudar de que, a partir de ahora, ni el alcalde indigno, ni sus concejales van a tener el aval ni el apoyo del PSOE en nada y en ninguna situación, pero todo esto me huele a parche y a fraude.
Ahora, ya se puede desgañitar la secretaria de Igualdad de los socialistas, Purificación Causapié, anunciando que presentará ante la ejecutiva de su partido una propuesta para que «nunca una persona que ha sido condenada por cualquier tipo de violencia de género pueda formar parte de la lista electoral a cualquier nivel territorial». Ya puede proponer que «nunca pueda hacerse una moción ningún tipo de acuerdo de gobierno con el voto de una persona condenada por ningún tipo de violencia de género como es el acoso». Los gestos de buena fe llegan demasiado tarde y la reacción de las mujeres socialistas y otras muchas feministas de conveniencia han sido escasas. Es verdad que algunas como Carmen Chacón han sido la excepción y lo mismo la histórica Amparo Rubiales y otras socialistas de Andalucía, pero ha habido demasiados silencios cómplices por conveniencia partidista.
Los mismos silencios y las mismas complicidades que hubo en el caso de Jesús Eguiguren, que ocupó los máximos carros de responsabilidad a pesar de haber sido condenado en sentencia firme por maltratador. De eso se valen de que por una u otra razón siempre hay excusas para justificar la indignidad.
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Esther Esteban