La ortografía política en democracia se gestiona directamente desde la sociedad. Difícilmente hay un punto final o aparte tras una oración, por muy compleja que ésta sea, si los ciudadanos no deciden que lo haya. En eso consiste precisamente el ejercicio de las libertades, y eso es, en esencia, la democracia. Lo es más, si se puede, en este tiempo de agilidad informativa, de intercambio de conocimiento y de comunicación fluida en todas direcciones. Poner punto a algo es un privilegio que no se concede a los políticos sino que se lo reservan los ciudadanos.
Por eso el ‘ y punto’ de Rubalcaba al hablar sobre la penosa moción de censura en Ponferrada no sólo carece de sentido práctico sino que, además, es la evidencia de una irritación que se compadece muy poco con la aspiración legítima a representar los sentimientos y las razones de sus votantes y de todos los ciudadanos.
Poner punto a algo es un privilegio que no se concede a los políticos sino que se lo reservan los ciudadanos
Esta reacción ortográfica no ha logrado, en absoluto, velar la trascendencia del hecho. Es más, el propio responsable, el que en el lenguaje callejero ‘se ha comido el marrón’, ha hecho un ejercicio curioso de gramática florida para afirmar que, en realidad, la moción de censura sostenida con el voto de un condenado por acoso sexual, para poner en la alcaldía a un militante socialista y desalojar a uno del PP, en realidad era una operación para expulsar de la política al tristemente famoso concejal acosador. Un juego de palabras, una torpeza conceptual y no formal. Un galimatías intelectualmente inaceptable.
Y punto, vino a decir Óscar López cuando afirmó haber presentado la dimisión que no le habían aceptado.
Yo me paro aquí. Quizá porque, sinceramente, me interesa aún más conocer la opinión de la dirección del PSOE sobre la contratación en el ministerio del Interior del asesino de Yolanda González para formar a policías y guardia civiles y ayudar en sus investigaciones.
Ya ven, treinta y tres años después no han logrado que la familia de la estudiante asesinada se pare y tampoco que otros nos callemos, y sobre todo no han logrado poner un punto y final a este asunto. No hay ortografía que se resista al peso de la memoria y de la justicia. Ya saben, ortografía democrática: Los puntos los ponen los ciudadanos.
Rafa García-Rico – en Twitter @RafaGRico – Estrella Digital
Rafael García Rico