No ganamos para sustos y disgustos. Visto el resultado de las oposiciones celebradas en Madrid por aspirantes a una plaza de maestro de primaria ya tenemos otro motivo para la melancolía. No llegaron a dos mil (de un total de 14.110 aspirantes) los que aprobaron una prueba de conocimientos que incluía preguntas con un nivel de dificultad adecuado para alumnos de 12 años. Como el maestro Ciruela, aquél que no sabía leer pero abrió escuela. Faltas de ortografía, ríos desplazados de su cauce habitual -el Ebro, el Duero y el Guadalquivir, inopinados regantes de la comunidad de Madrid-, disimilaciones y surrealismo conceptual «escrúpulo» tenido por «crepúsculo», etc, etc.
Hay un hecho objetivo: quien no sabe no debería enseñar
La prueba era, conviene subrayarlo, para acreditar el conocimiento de quienes, dada su condición de maestros, están obligados a saber. Saber para poder enseñar. Así de sencillo. De ahí la decepción tras conocer los resultados de las pruebas. Decepción y rubor porque, como era previsible, el asunto se ha politizado. Algunos representantes de los maestros critican con dureza a quienes han dado a conocer los resultados de las pruebas. Hablan de «escarnio público» interesado. Se entretienen señalando al dedo en vez de preguntar y preocuparse por la Luna. La Luna y los lunares de conocimientos que han desvelado las pruebas.
No ignoro que en este asunto late el conflicto larvado entre la Consejería de Educación de la Comunidad de Madrid -que aspira a que la nota obtenida en este tipo de evaluaciones prime por encima del tiempo de servicio de los docentes- y los sindicatos de profesores que avalan el sistema anterior, pero hay un hecho objetivo: quien no sabe no debería enseñar. No se puede admitir, porque no es una anécdota, que alguien que tiene el título de maestro ignore que el Ebro nace en Fontibre o que escriba que Ciudad Real es provincia andaluza. Reflexionar acerca de los planes educativos y de los errores que nos han llevado hasta aquí es un camino que conduce a la melancolía. Pero habrá que hacerlo y pronto. Antes de que la ignorancia y la demagogia se disfracen de progreso.
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Fermín Bocos