Hay que creer en Europa porque no hacerlo además de estar muy mal visto puede empeorar las cosas. Difícilmente se puede imaginar una evolución peor, pues desde hace cinco años el viaje europeo nos conduce hacia el desastre. Lo hemos visto en Portugal y lo hemos visto en Grecia, los vecinos del sur. Y ahora, Chipre.
No se trata de un problema cultural mediterráneo, que no digan chorradas. Es un asunto relativo a la debilidad de las economías fruto de la especulación financiera y, sobre todo, tiene que ver con la legislación social y con la participación del estado en servicios básicos que tienen una sólida naturaleza pública: estamos en la diana.
Especulación y oportunidad de negocio con privatizaciones son los nuevos paradigmas de un capitalismo salvaje
Especulación y oportunidad de negocio con privatizaciones son los nuevos paradigmas de un capitalismo salvaje, trasnacional y más poderoso que nunca. La crisis ha sido, más que otra cosa, una buena ocasión, es decir, un punto de inflexión para adecuar los derechos de las personas, trabajadores y clase media, con la nueva realidad de un capitalismo victorioso sin contrapesos al Este del falso Edén.
La crisis financiera se ceba sobre las economías débiles, infectadas por la transnacionalización del movimiento de capitales que ya no conoce límites entre las decisiones especulativas y la acumulación de beneficios en los paraísos fiscales. Da igual el empobrecimiento, el drama del paro y el fin de las expectativas. Todo se resuelve satisfaciendo la lógica de los mercados: el juego de las primas y el horror de los recortes, la constitucionalización del control del déficit, y toda esa basura que nos cuentan que solo concluye en sufrimiento, hambre, miseria, pobreza.
Nos dijeron que no habría rescate, como pasó en Portugal o Grecia. Mienten. Ayer mismo, un ministro de este no-gobierno del PP acentuaba el ridículo diciendo que había señales – seguro que sí, que hay señales suficientes para que intervenga la psiquiatría clínica o el juzgado de guardia- y que la recuperación se adivina. Por eso nos quitan las prejubilaciones, endurecen las pensiones y limitan los subsidios para los que peor lo pasan. Y dicen ahora que el rescate de Chipre, inopinado hasta el momento, es una señal más: porque a ellos sí y que por tanto a nosotros no. Con firma de De Cospe, claro.
Ya veremos cómo huye el capital de nuestros bancos para evitar el corralito, mientras los que no tienen esos recursos para salvar sus ahorros acabarán siendo los financiadores del rescate nacional. En esta patria de la falsedad, la corrupción y los sobres pagan siempre los mismos, si no al tiempo. Y con el silencio ominoso de los que solo piensan en sí mismos.
Antes de que nos metan el rejón y en el corralito habría que mandarlos a ellos a los corrales.
Rafa García-Rico – en Twitter @RafaGRico – Estrella Digital
Rafael García Rico