Por un momento póngase en la piel de la persona que paso a definir. Se levanta a una hora prudente, realiza minuciosamente su aseo, se afeita o maquilla, posteriormente desayuna y por fin, con ánimo renovado, sale a la calle, donde le esperan en el mismo portal de su casa, una manifestación de cámaras de televisión, periodistas con sus micrófonos y agresivas preguntas, en medio de un coro de ciudadanos que le gritan ladrón, chorizo y otras lindezas.
Seguramente lo ha merecido, pero reconozcan que es un auténtico «desconfort» (con perdón del «palabro») matutino. Pero, generalmente, así es el principio de un día cualquiera de un corrupto o corrupta en situación de imputado y espero que no imputada, pues suena fatal, aunque en este tema el sexo no hace distinciones.
Lo de corromperse es un mal negocio
La jornada proseguirá en distintos escenarios intentando defender su presunta inocencia, visitando a su abogado, pagando almuerzos carísimos a también presuntos amigos y por último escuchando los reproches de su familia más directa, los cuales durante una época, nunca suficientemente larga, han vivido como muy pocos. Pueden ser críticas del cónyuge debido a que ya no puede acudir al club o la peluquería sin que la gente murmure a sus espaldas o de los hijos, los cuales se están planteando cambiar sus apellidos pues adivinan que su futuro está hipotecado.
En el transcurso del día solamente existirá un momento de respiro: cuando los compañeros de partido, en rueda de prensa, ponen la mano en el fuego por su inocencia. (Por cierto: me perturba la afición que tiene esta gente por infligirse quemaduras). Pero bueno: ha sido un momentito de nada. Cuando se ha ausentado el último periodista, las sonrisas se han borrado y no solo no le han saludado, más bien le han insultado e incluso han estado a punto de arañarle. Digo arañarle pues el odio reconcentrado, fruto de años de cotilleos, envidias y paranoias, no se materializa con palabras, el arañazo refleja mejor los pérfidos sentimientos de venganza acumulados en instituciones tan cerradas como son algunos monolíticos partidos políticos y lo insano del ambiente en el que allí se vive.
Donde no alcance lamentablemente la ética, que por lo menos llegue la inteligencia
Por todo ello servidor opina que lo de corromperse es un mal negocio. Mi tesis se basa en que el precio a la larga es demasiado alto, pues no se mide con dinero por mucho o poco que haya acumulado.
Describo este siniestro panorama por si ustedes observan en algún joven cierta vocación y «maneras» de futuro corrupto. Explíquenles el patético final. A los más maduros, con su licenciatura y doctorado en corrupción, me inhibo de ofrecerles algún comentario, ya que para el caso que me van a hacer, mejor me callo. Allá ellos.
La corrupción es un problema internacional, no solo español, que tiene una larguísima tradición. La solución creo que está en sembrar hacia el futuro y eso es lo que propongo. Donde no alcance lamentablemente la ética, que por lo menos llegue la inteligencia.
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Paco Fochs