España parece un mono de goma, al que todo el mundo le puede dar leña, porque se supone que lo aguanta todo. Ahí están los trincones, de variada ideología, empresarios o sindicalistas, de izquierdas o de derechas, llevándose lo que creen que es suyo, sea en subvenciones, en eres o en dietas de cajas politizadas. Por otro lado, tenemos a los soñadores de repúblicas, a los que la proximidad del día 14 les pone cachondos, y que piensan que el problema de nuestro azaroso viaje no reside en el motor, sino en cambiar la pintura que cubre la chapa. Y, al fondo, siempre al fondo, olisqueando la debilidad del Estado, los nacionalistas, predicadores de radio y tele, vendiendo el escapulario de una independencia imposible, no porque no se puedan independizar, sino porque siempre dependemos de algo: del dinero, del petróleo, de las grandes potencias y hasta de la climatología. En medio de todo esto, envolviéndose en la bandera de la necesidad ajena, un grupo de matones salta a la calle a acosar a quien no piensa como ellos o no hacen lo que ellos quieren, sin que parezca que este salto hacia atrás, hacia la ciudad del Oeste, les preocupe poco o mucho ni al sheriff, ni al alcalde, ni a los vaqueros de a pie, ni a los propietarios de los ranchos.
Te asomas a la televisión y hay barra libre de injurias
Te asomas a la televisión y hay barra libre de injurias. Paseas por las redes sociales y el nivel de las polémicas es parecido al de una taberna en el que la mayor parte estuviera borracho y quisiera dejar de tuitear para darse de bofetadas con el que no piensa como él.
Se supone que el mono lo aguanta todo: el derribo de la monarquía, el desprestigio total de la clase política, el robo institucionalizado y los pandilleros haciéndose dueños de la calle. Y que el sistema democrático es indestructible. Ya sólo falta que alguien haga la pregunta que se hacía Jardiel Poncela sobre las vírgenes: ¿Pero hubo alguna vez en España una dictadura?
Estrella Digital respeta y promueve la libertad de prensa y de expresión. Las opiniones de los columnistas son libres y propias y no tienen que ser necesariamente compartidas por la línea editorial del periódico.
Luis del Val