martes, noviembre 26, 2024
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Literatura (económica) fantástica

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El Gobierno revisa sus previsiones económicas para este a la baja y resulta que donde íbamos a crecer un 0,5 ahora vamos a caer hasta -no se pierdan ustedes lo que se puede hacer con el lenguaje- un 1,5, más o menos, porque mañana o dentro de tres meses podemos volver a cambiar esas cifras. (Cuentan que un alumno acudió a ver a su viejo catedrático de Economía muchos años después de haber recibido sus magistrales lecciones y descubrió que el examen que realizaba ese día era el mismo que le había puesto a él dos décadas antes. «Solo tengo tres exámenes y los voy rotando», le dijo el viejo profesor. «¿Y nadie se da cuenta de que son siempre las mismas preguntas?», preguntó el antiguo alumno. «No importa, le dijo el maestro, lo que cambia son las respuestas»).

Las medidas de austeridad, los recortes, las reformas, basadas en unas cifras previsibles, puede que tampoco sirvan

Así que esas cifras que se modifican cuando conviene o cuando los hechos nos obligan -al FMI le pasa cada trimestre y ahí sigue-, que son las que han servido para hacer los Presupuestos para 2013 -sobre unos «supuestos»- ahora no sirven para nada, con lo que sólo la Divina Providencia sabe cómo acabaremos este año. Y todas las medidas de austeridad, los recortes, las reformas, basadas en unas cifras previsibles, puede que tampoco sirvan porque los datos básicos estaban equivocados. El resumen es fácil: estamos en manos de expertos que deciden por nosotros sin saber si lo que deciden se va a cumplir. (Otro viejo chiste: «se dice que Cristóbal Colón fue el primer economista. Cuando salió del Puerto de Palos para descubrir América, ignoraba a dónde iba, cuando llegó, no sabía dónde estaba y, además, lo hizo todo con dinero ajeno).

Así que los Gobiernos, este Gobierno desde luego, juegan con los pronósticos y no pasa nada si se equivocan. Pueden tomar cualquier medida sin negociarla con nadie porque tienen mayoría absoluta, y si no funciona, cambian de pronóstico, como Groucho Marx cambiaba de principios si a su interlocutor no le gustaban los que tenía. En una empresa privada, si tus cuentas fallan porque han errado de arriba abajo los cálculos sobre los que estaban hechas, o pones el cargo a disposición del Consejo de Administración o los accionistas te echan directamente. En los Gobiernos, como los accionistas son los aparatos de los partidos -ni siquiera los diputados- y no los ciudadanos, el fracaso puede ser hasta un acicate para que te sigan manteniendo en el puesto.

Los economistas pueden jugar con todos los modelos que quieran y hasta cuadrar escenarios en los que todo encaje. El problema es que cuando todo se viene abajo y, en nuestro caso, la austeridad, los ajustes, las reformas, no traen más empleo sino más paro, más riqueza sino más pobres, no pasa nada. Se cambian los pronósticos y se sigue por la misma ruta. (Hay mil chistes sobre economistas -que me perdonen los que sí saben, que los hay y muchos- pero hay uno demoledor: «es triste pensar en la cantidad de estudiantes de Economía que han suspendido por no saber cosas que han resultado ser falsas».

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Francisco Muro de Iscar

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