lunes, noviembre 25, 2024
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Con años de retraso

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Parece que, al fin, la Casa Real va a dar a conocer sus gastos e ingresos detallados como una administración más del Estado. Será dentro de la futura Ley de Transparencia y de forma tan prudente que no se van a dar cuatro voces al pregonero.

Las últimas noticias sobre la herencia de Don Juan de Borbón no han hecho más que alentar los rumores sobre la fortuna real

Desde la Transición era un episodio anómalo que los ciudadanos, que no súbditos, no supieran que hacer con los fondos que recibe de los impuestos de todos la Jefatura del Estado. No era normal que una monarquía constitucional estuviera al margen del control de la opinión pública. Era un derecho de pernada insólito en el mundo actual.

Ahora sabremos cuánto ganan las infantas, la Princesa de Asturias y cuánto cuestan los viajes de todos ellos. No sé va a hacer público, el patrimonio personal del Rey que ha dado, en los últimos años, pábulo a toda suerte de leyendas urbanas. Se sabe la considerable riqueza de la Reina de Inglaterra, de la corona de Holanda, pero de los Borbones nada. Por eso no es bueno dejar a la fantasía popular la especulación de cuanto dinero y donde tiene el Rey Juan Carlos y su familia.

Las últimas noticias sobre la herencia de Don Juan de Borbón, que tantos años después se ha conocido que estaba depositada en un banco suizo, no han hecho más que alentar los rumores sobre la fortuna real.

Es verdad que este desnudarse de forma parcial de la más alta institución del Estado viene motivada por el desplome en las encuestas de la figura del Monarca, tras el disparate de la cacería de Botswana y la aparición estelar de la «amiga entrañable», Corina.

Esta relaciones públicas, de la que se da por hecho que ha realizado pingües negocios a la vera del Rey, y a la que el Gobierno de Rajoy no se atreve a denunciar pese a acusarla de mentir en sus gestiones secretas para el Estado, es otro desencadenante de la transparencia futura de la Zarzuela.

El Rey es el primer servidor público y la inmunidad que protege sus actos no excusa el saber en qué invierte el dinero de todos

Al margen del delicado momento que atraviesa la figura de Don Juan Carlos, ya era hora de que se hicieran públicas las cuentas de la «Casa». La opacidad era una herencia vergonzosa del franquismo y reflejaba la sumisión al poder, incluso en una democracia asentada, de la legislación española tantos años después de la muerte del dictador.

Bienvenida sea la transparencia aunque su desarrollo legislativo sea fruto del escándalo provocado por los casos de corrupción que estallan por doquier y en todas las administraciones.

No está de mas recordar que el Rey es el primer servidor público y que la inmunidad que protege sus actos no excusa el saber en qué invierte el dinero de todos. La opacidad propicia el rumor y el rumor tergiversa la realidad. Con seis millones de parados, un empobrecimiento alarmante de la mitad de la población y un recorte sin parangón de derechos sociales, la ciudadanía quiere saber en que se gastan los cargos públicos el escaso dinero que queda de los impuestos. Más ahora que Rajoy ya ha anunciado con la ambigüedad que caracteriza sus palabras que, pese a «no querer», puede que vuelvan a subir los impuestos. El país no está para bromas.

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Victoria Lafora

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