La periódica e insistente cantinela de Mas advirtiendo de ataques a Cataluña y denunciando intrigas de estado, pone en evidencia dos cosas sustanciales: en primer lugar, el daño que la acción de la justicia contra la ‘primera familia’ está causando en el conglomerado nacionalista, y en segundo lugar, la falta de capacidad para sostener el mensaje soberanista más allá de las dos o tres absurdas propuestas que lo recubren.
Ninguna fuerza ha sido capaz de abstraerse del ataque de ramplonería que afecta a la política autonómica catalana
No ha calado ni como chaparrón ni como lluvia fina. Se ha quedado en tormenta de verano porque la crisis, los problemas reales y el desapego que comienzan a producirse con respecto a las castas políticas, pueden más que una aventura que tiene todos los tintes de un salto en el vacío, personalista y egoísta de uno de los clanes que gobierna
con torticera maldad la autonomía catalana.Lo peor de todo de esta kermesse catalana es que ninguna fuerza – quizá Ciudadanos se mantenga al margen – ha sido capaz de abstraerse del ataque de ramplonería que afecta a la política autonómica. Los espías, las ITVs, las declaraciones pomposas, las reuniones secretas, todo ello con el trayecto del Ave Madrid Barcelona en pleno uso, pone en evidencia que más que buscar una solución, lo que ha habido hasta el momento es el interés táctico de unos políticos menores que nos conducen a todos hacia el desastre.
De todas formas, el récord de la sandez lo tiene, por el momento, el llamado Consejo de Transición, que es como una especie de gobierno provisional que ha de plantear la división horizontal de los bienes para que ninguna de las partes se vea agraviada en el proceso descolonizador.
Da risa y da pena en proporciones similares.
Editorial Estrella