¿Ha pasado de moda la austeridad? Cuanto menos, ya no está bien vista, ni siquiera por sus predicadores, que ya empiezan a hablar de combinarla con el crecimiento. El falso dogma se desvanece y ya no cotiza, pero ha causado mucho daño. En España lo sigue causando, bajo la lupa de quienes controlan -desde Bruselas, Frankfurt y Berlín- la ejecución de severas reformas, rara vez eficientes. Como suele ironizar la presidenta brasileña, Dilma Rousseff, entre la austeridad y el ‘austericidio’ tiene que haber un punto medio.
¿Qué ha pasado o qué está pasando? Dicho en pocas palabras, la falta de resultados en España y en otros países está empujando a la Unión Europea a fijarse menos en los plazos del cumplimiento del déficit, manteniendo pisado el acelerador de las reformas; léase ajustes.
Es importante reactivar la economía y generar ingresos que permitan devolver la deuda
En tan adversas condiciones de deuda y pago de intereses, de lo que se trata es de hacer compatible la austeridad con la reactivación económica. Un botón de muestra: la Administración española incentiva la venta de automóviles y eso se ve que da resultados. Modestos, pero resultados al fin y al cabo. Políticas así, de estímulo, podrían extenderse a otros sectores como el turismo, las exportaciones de bienes que creen empleo en España, e incluso la construcción, sin perder el norte de las cosas, para no repetir los males del pasado. Como se indica también en el libro ‘Cómo salir de esta’, habría que rebajar, además, las cotizaciones sociales y ver si con medidas de acompañamiento el país recobra su dinamismo. Claro que para eso hace falta dinero, que no hay, si bien en casos así no debiera haber problemas si fuese para inversiones rentables.
Cuando se habla de gasto público hay que distinguir entre gasto corriente e inversión. Por eso es tan importante reactivar la economía y generar ingresos que permitan devolver la deuda. La pública y, sobre todo, la privada, que es la que más pesa en el país. Y no solo por su volumen, sino por los tipos de interés que hay que pagar ante la desconfianza de los inversores en España.
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José Luis Gómez