No hay una ocasión que reúna más motivos para un primero de mayo de unidad, contundencia masiva y demostración de rechazo a las políticas económicas del Gobierno.
Sin embargo, hay algunos inconvenientes que podrían superarse, pero requieren un ejercicio de generosidad, sobre todo por parte de los sindicatos.
Este primero de mayo puede tener una movilización récord para demostrar al Gobierno que no tienen controlada la situación
Los sindicatos son, por su propia naturaleza, instituciones imprescindibles para la vida democrática. Su función básica es facilitar la organización de los trabajadores para la defensa de sus derechos y unificarlos, para dar eficacia a la negociación colectiva.
Como todo poder, sus instrumentos son el uso inteligente de la fuerza pacífica y democrática, como medidas legítimas de presión, frente a la tensión del capital. Son fuerzas contradictorias y confrontadas que necesitan la negociación para regular las relaciones laborables, conciliando intereses contradictorios. Y la búsqueda del equilibrio de lo posible necesita la tensión añadida de la utopía; requiere dos luces para conducir su actuación: luces cortas para el futuro inmediato y luces largas para el horizonte de un equilibrio democrático también en la distribución de la riqueza.
España está inmersa en una profunda crisis institucional. Sindicatos y partidos sufren una profunda desafección de los ciudadanos: no confían en ellos y creen que su aggiornamiento en un sistema burocrático ha profesionalizado sus funciones. Y la corrupción ha hecho estragos en la confianza de los ciudadanos.
No podemos prescindir de los sindicatos. Estos son nuestros sindicatos. Frente al descontento tenemos la obligación de practicar la crítica. Exigir las catarsis y las renovaciones adecuadas y, en caso de no conseguir su regeneración, crear organizaciones alternativas.
Utilizar el pretexto del descontento con los sindicatos para abstenerse de participar en los reclamos es una profunda estulticia.
Los sindicatos están obligados a facilitar la movilización de los ciudadanos. Para ello, en primer lugar, tienen que dar un paso atrás en su visibilidad como organizaciones. Apostar por la unidad y por los objetivos; no ejercer protagonismo cediéndolo todo a los ciudadanos.
Sin banderas ni símbolos de cada sindicato, con pancartas que reflejen la tragedia del paro
Este debiera ser un primero de mayo de victoria y unidad. Sin banderas ni símbolos de cada sindicato, con pancartas que reflejen la tragedia del paro. Con compromisos con quienes buscan y no tienen trabajo.
Solo haría una excepción con las organizaciones feministas. El feminismo necesita un acto de visibilidad en un momento en el que Alberto Ruiz Gallardón está a punto de consumar un golpe mortal a los derechos de las mujeres con la nueva y restrictiva ley de interrupción del embarazo.
Si hay una consigna única contra el paro; si los sindicatos, en un acto de humildad, pierden visibilidad organizativa; si manifiestan que han entendido el rechazo que sufren de muchos ciudadanos; si dan muestras de su voluntad de regeneración, este primero de mayo puede tener una movilización récord para demostrar al Gobierno que no tienen controlada la situación y que sus políticas socioeconómicas han fracaso y tienen que rectificar.
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Carlos Carnicero