El Presidente del Gobierno sabe que mucha de gente esta desasogada. Todos saben que Rajoy calla más que habla, que se toma sus tiempos, que en plena tormenta se vuelve imperturbable y pese a ello, pese a que lo saben, no pueden evitar una pizca de vértigo.
Superado el primer trance, todos -o casi todos- concluyen que es un superviviente y que desde que Aznar se fijó en él no ha tenido un día tranquilo, salvo cuando las urnas le dieron una mayoría sin precedentes. Una victoria tan contundente como amarga.
A su despacho han llegado sugerencias, dudas, algún que otro nervio. Desde hace más de un año sabe que las encuestas iban a ser duras para su formación y para su propia imagen pero no desvanece en el intento. Sin embargo, nada de esto le ha llevado al «quietismo» y ha organizado para sí mismo una serie de citas con las que trata de poner punto y final a los fatídicos días que siguieron a la EPA.
Rajoy calla más que habla, se toma sus tiempos, en plena tormenta se vuelve imperturbable
Mañana mismo se reúne con el Comité Ejecutivo del PP. Le esperan barones y dirigentes sin espadas en alto, pero sí deseosos de que el Presidente les hable y les cuente de qué va todo esto. El miércoles día 8 tiene cita en el Congreso. Prepara con cuidado su intervención y sabe que Rubalcaba le está esperando pero tanto él como los suyos esperan que para Rajoy, al menos en términos políticos, sea poco menos que un paseo militar. «Estamos mal -aseguran en el PP- pero lo que tenemos enfrente está peor. Hablar de la crisis no es fácil ni cómodo, pero a quien están esperando es a Rubalcaba. Si no se luce de verdad, los suyos dirán algo. Ellos si que no aguantan más», señalaba a esta periodista un alto dirigente «popular» que, no obstante, considera que a «Mariano la gente le debería ver más».
De esta jornada parlamentaria en la que, como es natural, Rajoy va a tener que lidiar con todos, se podrá deducir si hay espacio para el gran pacto que ha introducido en su discurso el PSOE y que muchos veríamos con buenos ojos si él mismo tuviera contenido real y tangible. El «duelo» Rajoy-Rubalcaba será el plato fuerte. Ambos están unidos por el puñal del desgaste con la ventaja para Rajoy que él está «fijo» hasta que decida convocar elecciones y Rubalcaba es un contratado a tiempo parcial. Los suyos, destrozados por las encuestas, lo recuerdan todos los días como si el único responsable de la cuesta abajo socialista fuera él.
A «Mariano la gente le debería ver más», decía mi interlocutor. Para empezar le van a ver, cara a cara, Toxo y Méndez que, después de un primero de mayo francamente decadente, se reunirán el día 18 en Moncloa con el Presidente del Gobierno. De esta primera reunión no cabe esperar acuerdos concretos. Las posturas están realmente distanciadas, pero el mero hecho de que se reúnan no deja de tener su valor político. Como el descreimiento de la sociedad es más que absoluto no se puede decir que el tal encuentro haya levantado especiales expectativas pero ¿dónde está escrito que, con el tiempo, no sea posible un acercamiento de posiciones?
Para el Gobierno sería un respiradero lograr un pacto social con los agentes directamente implicados y para UGT y CCOO un primer paso para aparecer ante la opinión pública como agentes realmente «útiles». Los sindicatos, les guste o no, también forman parte del sistema, de este sistema, al parecer, cada día más desgastado y despreciado por buena parte de la opinión pública, de manera que lo inteligente sería acudir a la reunión sin una previa enmienda a la totalidad. El Gobierno se equivoca en muchas cosas, pero si hay algo seguro es que no se deleita con el sufrimiento que suponen seis millones de parados.
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Charo Zarzalejos