miércoles, noviembre 27, 2024
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El estado de ánimo

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Ahora, como de repente, nos intentan convencerte que la crisis es un estado de ánimo y lo dicen esos que siguen mirando a los demás desde su atalaya, por encima del hombro tal vez porque ellos ni saben, ni seguramente van a saber nunca, lo que significa la terrible palabreja. Lo dicen los políticos, que más allá de sus ideologías, reciben todos los meses su nóminas y ven como diluvia bajo el confortable paraguas del dinero público, que pagamos todos.

Dicen los que saben que aunque todavía estemos en negativo en este trimestre a finales de año se empezará a crecer y estaremos en positivo el año que viene. Afirman que el hecho de haber tenido en el primer trimestre superávit comercial es un dato histórico en los últimos 30 años en España y que las exportaciones va viento en popa. Yo desconozco si finalmente lo que quieren es que nuestro ánimo mejore, pero por mucho empeño que pongamos si las cuentas no nos salen y los bolsillos continúan vacíos no podemos estar vitalmente optimistas.

Hay una crisis múltiple: económica política, social, de valores y de ética que ha conformado una tormenta perfecta

Son tiempos malos para casi todos, menos para los ricos ricos que seguramente, están haciendo su agosto aprovechando las gangas de los pobres, de esa pobre clase media que está desapareciendo. Las cosas ya no son como eran y nunca, por ejemplo, hubiéramos imaginado que los empresarios de Baleares que regalaron el yate «Fortuna» al Rey, después de que éste haya renunciado a usarlo, quieran recuperarlo negándose a que se quede con él Patrimonio Nacional. Vamos, que fue un regalo personal, personalísimo y desde luego eso de pensar que era para todos nosotros nada de nada. ¡Que decepción¡. Ya no hay grandeza de miras ni gente desinteresada que crea más en el interés general que en el suyo propio.

Estamos en la época de la miseria y también de grandes chascos y decepciones. Uno de ellos nos ha venido esta semana de la mano del incombustible Alfonso Guerra que sigue siendo -te guste o no- un auténtico animal político de esos que ahora escasean. Por él nos hemos enterado que cuando Garzón entró las listas del PSOE en el 93 pidió cobrar en dinero negro: «Como juez -relata Guerra- debía abandonar unos meses antes de las elecciones el cargo, por lo que dejaría de recibir su estipendio. Me lo consultaron y contesté que sin duda el partido sería solidario abonando de las cantidades hasta ser proclamado diputado pero que lo haríamos en A, es decir de manera legal y con firma del recibo. Él no aceptó, yo me negué a pagarle en negro y acudió a otra institución esta vez con éxito». ¡En fin, que a la hora de la verdad aquí todo el mundo, en mayor o menor medida, ha intentado hacer trampas y así le ha ido a este país! ¿Quién estará libre de culpas para tirar la primera piedra?.

Por eso no creo que la crisis sea un estado de ánimo. Hay una crisis múltiple: económica política, social, de valores y de ética que ha conformado una tormenta perfecta. Las cosas pueden mejorar un poco en materia económica, pero o somos conscientes de que hay que cambiar otras muchas cosas o no hay nada que hacer los primeros que tienen que empezar a dar ejemplo son los políticos y los representantes de los tres poderes del estado: legislativo, ejecutivo y judicial que sólo saben que es la crisis de oídas. Para ellos es sólo eso: una palabras como mucho, una idea o un concepto y ¡claro¡ desde la lejanía la cosa cambia.

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Esther Esteban

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