Con todos los prejuicios que uno pudiera tener con la Justicia y con el sistema judicial español, las últimas actuaciones contra la corrupción hacen crecer la esperanza de que donde no han sido capaces de llegar los partidos de oposición, lo están haciendo algunos jueces. No salgo de mi asombro con las explicaciones que ha dado el Gobierno del thriller de la Agencia Tributaria con el carné de identidad de la Infanta Cristina. Llevando este suceso a términos de pura estadística, existen infinitamente más probabilidades de ganar el pleno del Euromillón que de que lo ocurrido haya sido un error informático. No tengo conocimiento de lo sucedido para aventurar una hipótesis, pero lo cierto es que alguien ha manipulado el registro mercantil, el ordenador de Hacienda, o lo que es peor, se ha intentado una operación para blanquear ingresos de otra procedencia.
Las «mareas» han sustituido la labor de la oposición
Si Mariano Rajoy, Cristóbal Montoro y el ministro de Justicia quieren despachar este incidente con la explicación de que ha ocurrido un error involuntario, definitivamente nos reducen una vez más a la condición de súbditos y nos socavan la de ciudadanos.
Lo curioso es que ninguno de los partidos de la oposición ha hecho cosa distinta que guardar las apariencias. Y vistas las cosas, ocurre que hay quien piensa que la transparencia con los asuntos de la Corona es un acto de irresponsabilidad; bien al contrario, lo que es irresponsable es que quede la duda más que razonable de que aquí ha habido gato encerrado.
La Justicia ha entrado en la privatización de la Sanidad madrileña. Lo que se sabía y era insoportable -la entrada y salida de cargos públicos del PP de la sanidad pública al negocio de la sanidad privada- se encuentra en sede judicial gracias al acierto y arrojo de un colectivo médico que ha denunciado presuntos delitos muy graves. La lectura del auto del juez Marcelino Sexmero confirma una vez más que lo que parece en realidad es. Los dos últimos consejeros de sanidad de la Comunidad Autónoma, quienes indujeron y llevaron a cabo la privatización de servicios clínicos y hospitales, tenían intereses personales en esas operaciones, en algunos casos eran socios de las empresas que se adjudicaron las concesiones. Y lo que parece igual de grave, se ha sobre facturado en costes algunas de las partidas que la Comunidad Autónoma desviaba a esas empresas concesionarias.
Las «mareas» han sustituido la labor de la oposición. Han recogido fondos de ciudadanos comunes para presentar una documentadísima querella. Y de todo ello nos vamos a beneficiar los ciudadanos, primero con el conocimiento y aclaración de los hechos, y luego, en caso de que se confirme lo que la querella contiene, en la reversión de este disparate de destrucción de la sanidad pública.
La grandeza de la democracia radica en el derecho a la presunción de inocencia, en la igualdad de todos los ciudadanos ante la ley y en la garantía de un proceso penal justo
Gracias a la Justicia se está investigando a Miguel Blesa. Y quienes se empeñan en denigrar al juez instructor, no tienen demasiada curiosidad en conocer los actos del presidente de Bankia que llevaron a la quiebra a la entidad y que han hecho que miles de millones de dinero público se destinara a sanear lo que enlodo este personaje, amigo íntimo de José María Aznar, por cuya condición fue nombrado.
En todos estos casos, y en algunos más, llama la atención la posición del Ministerio Fiscal. Esta institución es jerárquica y, acuerdo con la legalidad, su titular es elegido por el Gobierno. Y si el ministerio público no tiene interés en averiguar la realidad de los presuntos delitos del señor Blesa o de la Infanta Cristina, está demostrando que obedece órdenes para dificultar esas investigaciones.
La grandeza de la democracia radica, entre otras cosas, en el derecho a la presunción de inocencia, en la igualdad de todos los ciudadanos ante la ley y en la garantía de un proceso penal justo. No se pueden consentir jueces justicieros; solamente es necesario que hagan su trabajo. Y ahora mismo hay que decir alto y claro que, a donde no tienen interés en llegar los partidos, hay unos jueces que lo van a conseguir haciendo algo tan sublime como cumplir sin prejuicios ni presiones la labor que la sociedad les ha encomendado.
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Carlos Carnicero