No recuerdo quién dijo aquello de que «la educación me persigue, pero yo corro más deprisa». La historia de la humanidad es una carrera hacia la mejor educación que, a veces, se interrumpe bruscamente. Como ahora. Nos manifestamos a favor de una educación para todos, pedimos más dinero para becas, el acceso casi ilimitado de todos a la Universidad, decimos que tenemos la generación mejor formada de la historia… ¿Confundimos instrucción con educación? Tengo dudas de que ésta sea la generación mejor formada, pero estoy seguro de que esta sociedad está perdiendo la educación y que los jóvenes reciben permanente y cotidianamente el mensaje de que la mala educación es la norma, la regla y, lo que es peor, un buen negocio.
Un país mal educado o maleducado no es un buen lugar para la convivencia ni el progreso
Lo vemos en los colegios, donde los profesores han sido despojados de la autoridad indispensable para su trabajo. Igual que no se puede someter a votación entre los alumnos el plan de estudios, también es exigible el respeto al profesor y la buena educación en las aulas. Los comportamientos cívicos que no se aprendan en las aulas no se aprenderán fuera. Y no se pueden convertir en normales, actitudes y hábitos que son radicalmente mala educación. ¿Deberían educar los hogares? Por supuesto, pero muchos padres hacen dejación de su obligación para evitarse problemas. Los tendrán más tarde. Los tendremos todos.
Pero es que, además, los chavales ven en la televisión o e internet -las otras escuelas, tal vez hoy las más importantes- actitudes y comportamientos impresentables por los que algunos ¡cobran! y adquieren popularidad. Insultos, gritos, amenazas, defensa de comportamientos incívicos, exhibición impúdica de golferías y mentiras. ¿Qué comportamientos van a imitar los que se están formando si esos son los que gozan del «favor de la audiencia»?
En los últimos tiempos, los políticos están también en el ojo del huracán. Se lo han ganado a pulso, pero hay muchos honrados, limpios, verdaderos servidores públicos. Los acosos a sus domicilios privados, a sus familias, son el preludio de otras acciones. Hace pocos días, los Príncipes fueron abucheados en el Gran Liceo de Barcelona, uno de los «templos» de la mejor educación. Este fin de semana, la Reina lo era en el Auditorio en el Día de la Música. Y en el fantástico concierto de Miguel Poveda en Las Ventas, un grupo de intolerantes abuchearon – callados por un gran aplauso general- cuando Joan Manuel Serrat y Poveda cantaban una canción… en catalán. Terrible pecado. Artur Mas dijo que los abucheos a los Príncipes no eran una cosa «importante». Todo lo contrario. La intolerancia, la pérdida del respeto, la pésima educación la doble moral -que me respeten, pero sin hacerlo yo- son, posiblemente, lo más importante, porque cuando se practican se acaba perdiendo la razón. Este es un país que pide respeto para todas las ideas -una falacia porque algunas no son nada respetables- y que, sin embargo, no respeta a las personas. Un país mal educado o maleducado no es un buen lugar para la convivencia ni el progreso.
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Francisco Muro de Iscar