La Unión Europea, al menos formalmente, dice estar enfadada porque los «amigos» norteamericanos se vienen dedicando con fruición a espiar las entrañas de las instituciones europeas.
Con el paso del tiempo he ido encontrando cierto paralelismo entre Obama y Zapatero
No sé si el enfado durará mucho pero qué menos que pedir explicaciones ante quién actúa con tanta prepotencia. Luego a los norteamericanos les extraña la animadversión que despiertan entre los ciudadanos de a pie a lo largo y ancho del mundo.
Lo sorprendente no es que ese espionaje haya sucedido en el pasado, ya saben en plena época del inefable George Bush, sino que ha continuado con el presidente Obama.
Verán, yo estoy entre quienes si me hubieran dejado votar habría votado por Barack Obama. Después de George Bush, Obama parecía un político con principios, dispuesto a dar la batalla por cambiar la política de su país y también la política exterior norteamericana. Pero con el paso del tiempo he ido encontrando cierto paralelismo entre Obama y Zapatero. Ambos son maestros del buenismo impostado. Tienen un discurso en que se le llena la boca de palabras rimbombantes respecto a los valores, ya saben que si tolerancia, igualdad, ciudadanía, etc, etc, etc, pero a la hora de la verdad, detrás de sus palabras apenas hay nada, o mejor dicho, no hay nada de lo que dicen.
Obama prometió cerrar Guantánamo que es una de las mayores vergüenzas que se pueden dar en democracia, pero Guantánamo continúa funcionando como si tal cosa. Obama habla de amistad con todos los pueblos, pero mire usted por donde se dedica a espiar hasta a los amigos. Obama habla de libertad pero espía a los periodistas con la excusa de la seguridad nacional. No sólo eso, está haciendo lo imposible por acabar con Wikileaks, ya saben, la agencia de noticias que puso al descubierto correos secretos de funcionarios estadounidenses. De paso quiere meter entre rejas al fundador de Wikileaks, Julian Assange. Lo mismo que pretende hacer ahora con Edward Snowden, el informático que ha tenido el valor de denunciar que Estados Unidos se dedica a espiar a todo lo que se mueve, incluidos sus socios europeos y que el mundo está hoy regido por un Gran Hermano que controla todas nuestras comunicaciones con la ayuda inestimable de las grandes empresas informáticas y de telefonía.
Está haciendo lo imposible por acabar con Wikileaks
Dirán ustedes que Obama no tiene nada que ver con Zapatero pero sí. Ambos van de buenos. Zapatero hizo de las palabras «talante» y «tolerancia» su santo y seña y aún hoy continúan siendo dos palabras claves en su discurso, un discurso, ya digo lleno de impostura. Conozco a quienes en los medios de comunicación públicos, esos tan ponderados por algunos en la época de Zapatero, pagaron con su puesto de trabajo por no bailar el agua a las ocurrencias del entonces presidente. O como fue apartando de su entorno a quienes no le hacían la pelota las veinticuatro horas del día. Lo hacía eso sí, suavemnte, sin que se notara. Obama hace lo mismo, pone cara de no haber roto un plato en su vida, pero luego espía a todo hijo de vecino sin que le tiemble el pulso.
Lo que más rabia me da es que después de tantos años dedicada al análisis político aún pueda creerme, aunque sea por poco tiempo, a éste tipo de telepredicadores, tan fotogénicos ellos y con un discurso tan almibarado que me debería de hacer sospechar.
Mucho me temo que a pesar de las protestas de los europeos la Administración Obama como las anteriores y las posteriores continuarán espiándonos. La pesadilla de Orwell ha comenzado a hacerse realidad.
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Julia Navarro