miércoles, noviembre 27, 2024
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Clases de golpes

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En Egipto no ha habido un golpe de Estado; ha habido dos. Tres si se cuenta el que, también con la intervención del Ejército, derrocó a Hosni Mubarak en la «primavera» del invierno de 2011. Pero si no se cuenta éste, pues la presión popular fue determinante y los pueblos no dan golpes, sino que se rebelan, el actual sería el segundo y respuesta del primero, el golpe «democrático» de Mursi y sus Hermanos Musulmanes, no menos golpe de Estado por haber metido, profanándolas, las urnas por medio.

Cualquier mayoría absoluta, el control sectario de todos los espacios y los mecanismos del poder, son su légamo y su escenario perfecto

Los golpes de Estado propiamente dichos los dan los militares, esto es, los que disponen de la herramienta y de la organización para darlos, pero no son los únicos golpes, ni mucho menos. Hoy, en Europa, asistimos a las consecuencias de un triunfante golpe financiero que se ha apoderado de las instituciones comunitarias, de los restos de las soberanías nacionales y hasta del dinero de la gente. Con ese golpe, mortal por cierto para la democracia, el derecho y la civilidad, los ricos han hecho su revolución, y trufada, como todas pero mucho más, por toda clase de excesos. Pero también está el golpe de Estado político, pseudodemocrático, que se vale de las poderosas armas de la traición y de la mentira para la conquista del poder, tal cual Mursi hizo en Egipto al dar gato por liebre incluso a la exigua mayoría que le otorgó su confianza. O dicho de otro modo: se valió de la euforia revolucionaria de un pueblo necesitado de revolución para endosarle un régimen reaccionario y clerical. Prometió pan y libertad, y ni lo uno, ni lo otro.

Pero no hay que irse muy lejos, tan lejos, para apreciar la naturaleza de ese tipo de golpe «democrático»: cualquier mayoría absoluta, el control sectario de todos los espacios y los mecanismos del poder, son su légamo y su escenario perfecto. Naturalmente, si además media traición y engaño al electorado, es decir, si se obtiene ese poder en base a un programa que no sólo no se cumple, sino que nunca se tuvo la menor intención de cumplir, el resultado puede, en puridad, calificarse de golpe, bien que limitado en el tiempo, con la fecha de caducidad que marcan los siguientes comicios. Por lo demás, hay una cosa peor que un golpe militar cuando éste, por las razones que sean, concuerda con las aspiraciones de la mayoría: uno, militar o civil, que no concuerda.

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Rafael Torres

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