La pregunta con la que titulo hoy esta reflexión me la hacía un vecino -creo que prototipo del ciudadano medio- que naturalmente no había leído las memorias de Mario Conde y cuyas fuentes de información son, habitualmente, las noticias de la tele y lo que pueda cazar al vuelo en alguna emisora de radio. No es un caso excepcional sino la media, nos guste o no, de lo que se da en España. Pues bien, el hombre había visto la primera parte de la muy libre serie sobre Mario Conde en Telecinco y no daba crédito a tanta «porquería» (esa fue su palabra). «¿Pero esas cosas pasan?» Y me lo preguntaba a mí porque se supone que un tipo que se ha dedicado al periodismo media vida tiene que estar al cabo de la calle de tanta porquería y conocer de primera mano a intermediarios, gobernadores del Banco de España, tiburones varios, corruptos, traidores y salvapatrias. Y es verdad que algo se sabe, pero debo reconocer que cuando las cosas se ven con cierta distancia, en imágenes condensadas aunque sea bajo pelucas inverosímiles y pese a haber leído en su momento aquellos «Días de gloria», la absoluta falta de todos los valores te enfrenta brutalmente a un mundo tan despiadado como despreciable en el que todo vale, donde todo tiene precio y en el que se vive al margen de cualquier principio ético. ¿Esas cosas pasan? Pues sí, pasan, han pasado y, me temo, seguirán pasarán porque es el propio sistema quien alimenta estas conductas, porque todos se terminan justificando de alguna forma y porque el poder termina siempre caminando por túneles tóxicos para perpetuarse.
Sólo con una Justicia no comprometida podríamos confiar en el futuro
Da igual que la serie de Telecinco se base sólo en una fuente, la del propio Mario Conde, y que fuera o no en un urinario donde De la Rosa le pasara información al expresidente de Banesto; el problema es el fondo y no la forma, el drama es que en estas historias -y da igual sustituir nombre y fechas por otros más recientes- sólo hay villanos dispuestos a lo que sea y los héroes no existen, ni los héroes ni las personas sencillamente honradas. Claro que pasan esas cosas, claro que se compran por un puñado de millones falsedades y silencios, favores y complicidades. Es así como funciona el sistema y los que elegimos para que ese sistema funcione, son los que no dudan, por ejemplo, en señalar a jueces como responsables de absurdas conspiraciones (el caso Gürtel era una conspiración contra el PP lo mismo que ahora es una conspiración contra el PSOE las imputaciones de la jueza Alaya) mientras a ellos se le llena la boca hasta atragantarse de hermosos conceptos como regeneración democrática, transparencia y honradez.
Sí, esas cosas han pasado aunque no exactamente como las cuenta la serie ni Mario Conde. Y sí, esas cosas siguen pasando cada día y uno se pregunta que si lo que se publica es sólo parte de la verdad, cómo será toda la verdad. Tal vez una cosa se podría pedir en estas horas de confusión y turbulencias, una cosa que apuntaba Conde y en la que tenía toda la razón: la cada vez más necesaria -y cada vez más cercenada- independencia judicial. Sólo con una Justicia no comprometida podríamos confiar en el futuro. Pero a día de hoy ni está ni se la espera.
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Andrés Aberasturi