Rafi Santos, excelente psiquiatra y mejor amiga, acaba de publicar un libro sobre la resiliencia que no es otra cosa que la fortaleza y capacidad para afrontar los avatares de la vida. Afirma Rafi Santos que «tarde o temprano a todos nos llegan momentos de dolor» y aconseja «en la vida tener la puerta abierta a la adversidad» porque esta, la adversidad, no avisa, ni se le llama. Se presenta ante nosotros «de muchas maneras y casi siempre cuando menos se espera». Al tener conocimiento de la recaída de Tito Vilanova, estas palabras volvieron a mi memoria casi a borbotones. La adversidad se ceba todos los días en muchas personas, pero son personajes como Vilanova los que nos colocan ante la realidad de la que tanto nos gusta huir. Su recaída ha provocado una auténtica conmoción que trasciende a los aficionados al fútbol entre los que, de ninguna manera, me encuentro. A tal punto ha conmocionado que al menos por unas horas quitó espacio a Bárcenas, Rajoy, moción de censura, gerente -cuidado con los gerentes, por favor- del PSC y demás personajes y hechos públicos que en los últimos tiempos tantos sudores están provocando.
Lo único realmente inteligente es tener la puerta abierta a la adversidad con la misma naturalidad que cerramos la ventana a lo que nos asusta
Quien más quien menos tiene cerca situación difíciles. Todos tenemos un amigo, un familiar que atraviesa horas amargas pero cuando la adversidad, esta adversidad se llama cáncer indómito, afecta a una persona del mundo del deporte, el impacto es mayor y genera en todos los demás un extraordinario efecto de vulnerabilidad. Las gentes que se dedican al deporte son el paradigma de fortaleza, de cuidados y revisiones médicas. Se ven obligados a una vida ordenada, con dietas concretas. No son los deportistas como los demás mortales que tendemos a comer de cualquier manera, no encontramos momento para hacer ejercicio y quien no fuma, toma copas… Pero ¿ellos?
Pues si, también ellos, hasta los mas fuertes pueden ser y de hecho son víctimas de la adversidad física. Cuando saltó la noticia estaba con tres compañeros y a todos se nos demudó el gesto como expresión silenciosa del miedo, de la incredulidad. «Si esto le pasa a Tito, a nosotros nos puede pasar cualquier cosa», dijo uno de ellos no sin antes avisar que había dejado de fumar, que había adelgazado 10 kilos y que cuando podía se daba alguna que otra caminata «pero –añadió– cuando ves esto dan ganas de volver a fumar, de comer lo que me apetezca y dormir la siesta».
Mejor no fumar, ni beber. Mejor hacer ejercicio y mantener una dieta sana. Mejor tener la tensión y el colesterol a raya. Mejor no llevarse disgustos ni estar sometido al stress de la vida diaria, Mejor no hacer grandes esfuerzos y dormir ocho horas. Mejor un sillón-relax, de esos que tienen mandos, que un sofá de Ikea que pueden machacar la espalda. Mejor vivir que preocuparse por la vida. La lista de consejos y sugerencias para sortear la adversidad; en este caso la enfermedad, son ingentes y, todos ellos, sabios, pero nada nos libra de ella. Ni a Vilanova ni a tantos «vilanovas» que en el mundo hay.
Vuelvo a mi amiga Rafi Santos. «En la vida hay que tener la puerta abierta a la adversidad». En el caso de Vilanova se llama cáncer, pero la adversidad adquiere otras muchas formas: desamor, ausencia, fracaso, traición, engaño, ausencia. La lista de sugerencias para sortear este tipo de adversidad puede ser terrible: no fiarse de quien tienes al lado, querer lo mínimo posible, aspirar a lo menos y así no hay ni fracaso, ni desengaño, ni traición. Así no hay nada. Lo único realmente inteligente es tener la puerta abierta a la adversidad con la misma naturalidad que cerramos la ventana a lo que nos asusta.
Estrella Digital respeta y promueve la libertad de prensa y de expresión. Las opiniones de los columnistas son libres y propias y no tienen que ser necesariamente compartidas por la línea editorial del periódico.
Charo Zarzalejos