El ministro Montoro, en su entusiasmo recaudatorio, está comenzando a alentar el delito fiscal, es decir, a provocar todo lo contrario de lo que se espera de un ministro de Hacienda. Desde la Edad Media, cuando la más leve protesta de los parias del campesinado se castigaba con la muerte, las únicas protestas serias ante el poder, fuera feudal o monárquico, se producían por el ahogo que producían los impuestos, porque llega un momento en que cuando los impuestos ahogan cualquier posibilidad de seguir viviendo, importa tres cojones que te corten el cuello.
Naturalmente Montoro entiende de Historia, lo mismo que yo entiendo de Economía, pero su desventaja es la creencia de que el «sujeto imponente», que es como llaman en Hacienda al siervo que paga, aguanta todo lo que le echen.
En estos momentos, si con cinco millones de parados se observa una cierta paz social, no es sólo por la solidaridad familiar, la labor de Cáritas, y la bondad de los empadronados, que también, sino porque las políticas de Montoro alientan y estimulan una economía sumergida que intenta evitar unos impuestos confiscatorios.
Yo mismo he echado cuentas, y si, al IRPF, añado el IBI, el IVA, y los diversos impuestos municipales y autonómicos, de cada 100 euros que me gano con el ordenador y mi capacidad de contar como periodista o fabular como autor, 75 euros son para Montoro y 25 euros son para mí. Mañana puede venir mi amiga Marta, que es tan honrada como yo, a entregarme un presupuesto de reforma. ¿Si acordamos saltarnos el IVA, de quién es la culpa? ¿De nuestra floja honestidad o de la persecución presupuestaria de Montoro, de su incapacidad para comprender que el pájaro, si se sujeta muy fuerte con la mano, termina muriéndose?.
Hay autoridades económicas, más prestigiosas que Montoro, que dudan con razonables argumentos de que España pueda salir de la crisis con estos presupuestos confiscatorios, a los que habrá que añadir la avaricia municipal con el IBI. Por poner un ejemplo: un médico, que ha logrado pagar la hipoteca de su vivienda, tras una existencia dedicada a salvar la vida de los demás, muere. Su viuda, entre la mierda de pensión que le quede y el aumento del IBI, no podrá mantener el piso en el que vive. Stalin habría sido mucho menos eficaz que Montoro jodiendo a esa clase media que ya no va volver a votar al PP.
Luis del Val