Para conectar absolutamente con sus amigos los nazis, incluso en el huso horario, Franco ajustó la hora de Madrid a la de Berlín, la hora de España, tan tenebrosa entonces, a la no menos siniestra de la Alemania de Hitler, pero como ocurre con tantas cosas que en nuestro país se conservan desde entonces, aquella mala hora se quedó entre nosotros hasta el presente, rigiendo nuestras vidas. Ahora se habla de regresar al huso horario fetén, al que compartíamos por razones geográficas obvias con Inglaterra y Portugal, al que se acompasaría al huso de Greenwich, pero hablando de aquél monstruoso contubernio entre el general golpista y la doctrina más perversa y genocida de la historia, no es eso, lamentablemente, lo único que sobre el particular se viene a la cabeza.
No sé si el cambio de hora llevaría aparejada la desaparición del detritus político, moral y social que la dictadura de Franco dejó entre nosotros. Supongo que se necesitaría algo más que retrasar una hora todos los relojes de España para evitar o perseguir debidamente espectáculos como el del reciente asalto a la sede de la Generalitat en Madrid o el de la concentración en Málaga en apoyo a esa banda criminal griega que atiende al nombre de Amanecer Dorado. Sin embargo, tan peligrosas como eso son esas normativas locales en auge que, bajo el disfraz de ordenanzas municipales para la defensa de la convivencia, la urbanidad, el orden y el ornato, esconden un poco o un bastante de esa violencia, de ese autoritarismo y de esa intolerancia.
La idea plasmada en el borrador que sobre el particular ha elaborado el Ayuntamiento de Madrid, según la cual se asimila la pobreza extrema y la mendicidad a la delincuencia, es elocuente al respecto. Al pobre, al caído a causa o por incompetencia de los afines ideológicos al gobierno de dicho consistorio, se le persigue, se le multa, se le lamina, se le estigmatiza, se le borra, se le mandan los guardias, que no quien les ayude a recuperar el pan, el techo y la dignidad. En Benidorm, directamente, se les deporta, bien que mediante la modalidad más moderna de ponerles de patitas en un autocar. Ese borrador, que por prohibir prohíbe hasta las macetas de los balcones, diríase que se agarra con fuerza al huso horario que, en efecto, habría que cambiar.
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Rafael Torres