Ahora no toca, que decía Pujol y remeda el ministro Montoro. Es demasiado lo que ahora no toca, en mi opinión. El clásico ‘vuelva usted mañana’, con el que la burocracia tradicional española, decía Larra, despachaba al infeliz que llegaba a la ventanilla ha sido sustituido por un ‘vuelva usted en 2014’. Y, así, sabemos ahora que cualquier arreglo sobre financiación autonómica, junto con la reforma fiscal, se pospone hasta marzo, porque Rajoy no quiere apresurar las cosas y, según Montoro, ‘no toca’ mover ficha alguna, por muchas prisas que tenga doña Alicia Sánchez Camacho. Lo mismo sea dicho de cualquier remodelación gubernamental, aunque sea ya un clamor que hay que sustituir a algunos ministros que, más que quemados, están ya convertidos en carbón. Y ¿qué me dice usted de la reforma de la Administración? ¿Y de una concreción en esas medidas para luchar contra la corrupción que un buen día nos anunció la vicepresidenta y que deben haber ido a parar a cualquier cajón olvidado en un ángulo oscuro?
Lo urgente es enfundarse en un traje que más que reformista sea regeneracionista y liderar los afanes de cambio
Un dato importante para conocer a un gobernante -sobre todo, si el gobernante no se prodiga en sus apariciones- es medir sus tiempos políticos. Los de Rajoy están, más que en hora canaria, en hora latinoamericana: seis horas por detrás. Lo urgente, para él, que debe seguir en esto la máxima de su paisano Pío Cabanillas, es esperar. «Si hiciésemos caso a las prisas con las que los periodistas nos urgen para que actuemos, el país iba listo«, me dijo un día una importante personalidad del Estado. Quizá no le faltaba razón: los periodistas seguramente andamos apresurándolo todo sin medirlo suficientemente. Pero estimo que Rajoy, dejando casi en blanco este último trimestre de 2013 sin ‘hacer política’, está corriendo demasiados riesgos: el problema catalán se encona -el presidente cree, en su fuero interno, que, al pudrirse el esquema de Artur Mas, la cosa mejora; pero no es así–, los ‘brotes verdes’ pueden agostarse, la inseguridad jurídica -aquí todo cambia de golpe: hasta los músicos callejeros tienen que examinarse- es rampante, el cabreo de la ciudadanía, dicen las encuestas, crece mientras su renta decrece… Y la sensación general es la de que hemos entrado en el mar de los sargazos, donde toda maniobra se hace casi imposible.
Yo pienso que lo urgente no es esperar, cargando sobre las espaldas de 2014 toda iniciativa y pensando que ello, sin duda, favorecerá las expectativas electorales del actual Gobierno, sobre todo si se confirma una cierta sensación de recuperación económica. Lo urgente, y ya llevamos no poco retraso, es enfundarse en un traje que más que reformista sea regeneracionista y liderar los afanes de cambio y de cambios que lleva mucho tiempo mostrando la ciudadanía. Pero ya se ve: no toca. Vuelva usted el año próximo, a ver si entonces… Y así vamos, me parece, desde hace ya demasiados siglos.
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Fernando Jáuregui