Algunos jerarcas sindicales han descubierto -a ver si se creen que los jerarcas sindicales son tontos- que estos registros a las sedes de sindicalistas para descubrir algunas de las variadas golferías de los ERE, responden a una conspiración, esas sucias campañas, donde la Guardia Civil, la Policía, el PP, los jueces y el Gobierno, se reúnen en un sótano oscuro y deciden terminar con los ladrones del sindicato.
Lo cierto es que estafar el dinero del Estado se convierte en una actividad tan difícil
Pero no son las únicas. Hay, según dijo Floriano, una sucia conspiración para achacar al PP los latrocinios de Bárcenas, y una nauseabunda conspiración para echar oscura basura sobre la inexplicable fortuna de los cachorros del otrora «molt honorable», Jordi Pujol, y no te digo del pedazo de conspiración que existe para que el pobre Millet cargue con la financiación de Convergencia Democrática de Cataluña, sin dejar de lado la conspiración gigantesca sobre el caso Gürtel, donde según la doctrina sindical, quieren arruinar el prestigio de los populares.
Llegados a este punto casi me ahogo, no por tanta corrupción, sino por tan tremendas y consecutivas conspiraciones que van a lograr que los ladrones no puedan seguir robando con algo de sosiego.
Robar, meter mano en la caja, no es sencillo. Si a ello añades jueces que no se someten a la prevaricación o al servilismo, abogados en busca de la verdad, votantes con sentido crítico, periodistas hurones y otros molestos especímenes, lo cierto es que estafar el dinero del Estado se convierte en una actividad tan difícil, que puede llegar un momento en que tanto ingenio se pueda empeñar en actividades cómodamente legales, lo cual no se puede consentir porque nos costaría una importante cuota de casticismo y peculiaridad.
¿Qué sería de nosotros con una autonomía que no se envolviera en la bandera para borrar? ¿O en un nacionalismo que tuviera que justificar las golfadas de sus más eméritos y burgueses miembros? Por favor, a ver si, jugando, jugando, vamos a joder el sistema. Ya basta de conspiraciones. Dejémonos de escrúpulos, y mantengamos la fiesta tan en paz como en tiempos de aquél general, llamado Franco, donde también se robaba pero, con bastante más pudor, y sólo si habías jurado los Principios del Movimiento.
Luis del Val